El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

Premios Nobel - Física 1903 (Antoine Henri Becquerel, Maria Skłodowska-Curie y Pierre Curie)

Continuamos hoy aprendiendo física según lo hicieron nuestros tatarabuelos a finales del siglo XIX y principios del XX, en la serie de los Premios Nobel. Como sabes, si llevas siguiendo la serie desde el principio, vamos recorriendo los Nobel de Física y de Química desde su primera entrega –en 1901–, hablando en un primer artículo para cada Premio del contexto histórico y la relevancia del descubrimiento en cuestión, y en una segunda parte de aspectos más generales (y desde una perspectiva más moderna) relacionados con la Física o la Química del asunto.

Tras hablar sobre los premios de 1901 (el de Física, de Wilhelm Konrad Röntgen, y el de Química, de Jacobus Henricus van ‘t Hoff) y los de 1902 (el de Física, de Hendrik Antoon Lorentz y Pieter Zeeman, y el de Química, de Hermann Emil Fischer), hoy empezaremos a dedicarnos a los de 1903 y, en particular, al Premio Nobel de Física de ese año, otorgado a tres científicos, Antoine Henri Becquerel, Maria Skłodowska-Curie y Pierre Curie. En este caso, la Real Academia Sueca de las Ciencias describió la razón del Premio separadamente para Becquerel y para los Curie. Becquerel recibió el Nobel

En reconocimiento a los servicios extraordinarios que ha proporcionado su descubrimiento de la radioactividad espontánea.

Y, en el caso de los Curie,

En reconocimiento a los servicios extraordinarios que han proporcionado mediante su investigación conjunta sobre los fenómenos descubiertos por el Profesor Henri Becquerel.

Se trataba de un premio íntimamente ligado al de tan sólo dos años antes, el otorgado a Röntgen por su descubrimiento de los rayos X: como creo que hemos mencionado en algún artículo anterior, a finales del XIX nos encontramos de lleno en la “era de las radiaciones”, y los nombres “radiación”, “radioactividad” y “rayos” se lanzan a diestro y siniestro para designar multitud de fenómenos recién descubiertos y sin una explicación clara. Fenómenos, algunos de ellos, que harían derrumbarse en unos años los cimientos de la Física clásica y erigirían otra nueva Física en su lugar… pero tiempo al tiempo.

Alienígenas matemáticos - La Paradoja de Simpson

Como sabéis los más viejos del lugar, de vez en cuando El Tamiz se vuelve un lugar absurdo, tentaculado y cthulhoide. ¡Sí, hoy es uno de esos días! Como tantas otras veces, os relataré una de las historias de los repugnantes, crudelísimos, voraces y malévolos Alienígenas matemáticos, a los que visitamos por última vez cuando hablamos acerca de la Paradoja de Newcomb.

Si no conoces esta serie, un pequeño aviso: es probable que no te guste. A algunos les parece de mal gusto; a otros, que se enrolla demasiado para decir bien poco. Hay gente que considera el lenguaje pedante y enrevesado (¡qué razón tienen!), mientras que otros piensan que no tiene la menor gracia y es más bien macabra. También hay que decir que hay un grupo de seres lo suficientemente perturbados, abyectos o alejados de la realidad que disfrutan de una forma morbosa y desasosegadora con estas historias. Si te consideras una buena persona, equilibrado y racional, lo más recomendable es que no sigas leyendo. Luego no digas que no te hemos advertido.

Lémur

Lémur de cola lisa, tras ser admitido en el Departamento de Pelaje y Aceites.

Dicho esto, hoy nos dedicaremos a hablar, como casi siempre, de una paradoja matemática. En este caso no se trata de nada relacionado –como tantas otras veces– con la probabilidad, sino con la estadística. De hecho, estoy seguro de que, si has estudiado estadística hasta cierto nivel, conoces bien esta paradoja. Sin embargo, dado que hay mucha gente que no la conoce, y dado que es tan fácil utilizarla para tergiversar datos estadísticos y engañar a la gente, creo que es conveniente tratarla en una serie sobre paradojas matemáticas. Además, ya sabéis que cualquier excusa es buena para retratar a estos babosos seres. De modo que hablemos, alterándola de forma abyecta, de la Paradoja de Simpson…. o, en nuestro caso, la subida al poder del malévolo Eluyyndu en el planeta lemurino.

Durante la semana #30 - Azúcares, purinas y péptidos

El episodio de hoy es el segundo sobre el Premio Nobel de Química de 1902, y ha sido grabado, como la primera parte, por Samuel. ¡Que lo disfrutéis!

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Enlaces del episodio:

¿Cómo funciona una olla a presión?

Hace unos días mantuve una conversación por correo electrónico con Mª Dolores, una profesora sevillana afincada en Buenos Aires, sobre las ideas preconcebidas de muchos alumnos sobre la temperatura de ebullición del agua. Pensé en ampliar el artículo de Falacias sobre las nubes y el vapor de agua, que es bastante corto, pero al final he decidido combinar el asunto de la ebullición/evaporación con otra pregunta que recibí hace tiempo, para matar dos pájaros. Enlazaremos una cosa con otra para responder a la pregunta, ¿Cómo funciona una olla a presión?, de paso desmontando esas ideas preconcebidas sobre las temperaturas de ebullición. Vamos, un artículo de esos en los que divagamos y no llegamos a nada demasiado útil, pero si no te gustaran estas cosas, probablemente no estarías aquí.

Es inevitable que a muchos de vosotros lo que voy a contar os resulte conocido, pero tengo que decir lo mismo que he dicho repetidamente en la serie de Falacias: algunas cosas que a ti te parecen evidentes, otros no las conocen, y estoy seguro de que pensabas que alguna idea falsa que hemos desmontado aquí era verdadera (desde luego, me ha pasado a mí antes de investigar sobre algunas)… y seguro que había alguien que ya sabía la verdad y pensaba que era evidente. De modo que, si este artículo te resulta demasiado básico porque ya sabes todo esto, piensa que puede servir a otros que no lo conocen igual. Además, nunca se sabe: ¡lo mismo hay algún dato curioso que no conocías! La Línea de Armstrong, por ejemplo, no es algo que se oiga todos los días.

Esto me lleva a otro aviso (siento ser pesado). Como sabéis los viejos del lugar, el lema de El Tamiz es “Antes simplista que incomprensible”. Si tenemos que elegir entre publicar un artículo completo, riguroso y docto, pero que no sea accesible a un gran número de gente, y publicar un artículo simplificado, incluso con agujeros conceptuales detectables por quien sepa del tema, pero que sea más fácilmente comprensible por mucha gente… siempre elegimos la segunda opción. De modo que, si sabes de Termodinámica, es posible que si sigues leyendo sientas que la mera existencia de este artículo degrada la energía del Universo exponencialmente. Avisado estás.

La idea preconcebida de la que me hablaba Mª Dolores, y que yo también he notado entre mis alumnos, es la de que “el agua hierve a 100 ºC”. De hecho, suele haber dos ideas falsas escondidas en esa frase –una explícita y otra implícita–, metidas en la cabeza de mucha gente. Una es el valor de temperatura (mentira cochina, sin especificar más), y el otro es el propio concepto de “hervir”, que por alguna razón –no sé si las explicaciones en la escuela, lo que se oye en casa o qué demonios– se traduce muchas veces en nuestra cabeza como “pasar de líquido a gas”. De modo que, antes de llegar a las ollas a presión, vamos por partes.

Durante la semana #29 - El Cinturón de Asteroides (I)

El episodio de hoy ha sido grabado por Manín, y creo que tanto la calidad de sonido como el contenido han resultado muy bien (ya veremos qué pensáis vosotros). Si tienes tiempo, Manín, me da que vas a ser reclutado a menudo. ¡Gracias por la colaboración!

En otro orden de cosas, la semana pasada ha sido la primera de trabajo tras las vacaciones y ha resultado… intensa. Como habéis visto, no he tenido tiempo de publicar ninguna entrada, aunque estoy trabajando en la siguiente, que espero se publique pronto.

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