El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

Premios Nobel - Física 1905 (Philipp Lenard)

Tras el intervalo de rigor, hoy continuamos nuestro recorrido por los Premios Nobel desde su inicio en 1901. Para cada año, hablamos del premio de Química y el de Física, dedicando un par de artículos a cada uno: una primera introducción histórica al descubrimiento y descubridor, de modo que puedas tener una idea lo más acertada posible de lo que significó en su momento el descubrimiento y puedas atisbar las emociones de los científicos involucrados, y un segundo artículo más puramente divulgativo, en el que nos recreamos en la ciencia relacionada con el descubrimiento en cuestión (aunque, como veremos luego, la entrada divulgativa del de hoy llegará más tarde).

Tras hablar de Lord Rayleigh y Sir William Ramsay, nos encontramos ya en 1905, pero seguimos aún en la infancia de los Premios. Esto significa que aún hay un montón de descubrimientos “en la recámara”, realizados justo antes de la creación de estos galardones, y de los que se siguen nutriendo aún en 1905. Como bien sabes si eres un habitual de El Tamiz o si has leído sobre la ciencia de la época, el final del siglo XIX y el principio del XX fueron momentos tormentosos en la Física y la Química, puesto que no sólo aprendimos sobre la naturaleza atómica de la materia, sino que a través de ella descubrimos que muchas de nuestras ideas sobre el Universo estaban completamente equivocadas.

El científico de hoy es uno de los responsables de que nos diéramos cuenta de todos esos fallos, a pesar de que él mismo aún sostenía algunas ideas completamente erróneas, tanto científicas como –en mi opinión, claro– políticas. Se trata del húngaro-alemán Philipp Eduard Anton Lenard, que obtuvo el Premio Nobel de Física de 1905, en palabras de la Real Academia Sueca de las Ciencias,

Por su trabajo con los rayos catódicos.

Conciso, ¿verdad? De hecho, aunque muchos otros habían trabajado con rayos catódicos antes que él, Lenard consiguió algo que nadie había conseguido antes que él… pero no quiero adelantarme. En cualquier caso, aunque no se trata de uno de los descubrimientos más espectaculares de la época, el caso de Lenard me parece muy interesante por dos razones.

Últimos retoques de Hablando de…

¡Por fin! Tras años… no tanto de trabajo como de ver pasar los meses sin tener tiempo ni energías de hacer lo suficiente, el texto del primer volumen de Hablando de… ya está listo, ampliado, corregido, editado y exportado. Además de Geli, sin quien nada tendría sentido, esto no hubiera sido posible sin la ayuda de los correctores: Germán, Miguel, Alberto, Lucas y, sobre todo, el ínclito Macluskey.

Me he quitado un peso de encima que no os podéis ni imaginar: tengo ideas para muchos más libros, claro, pero éste fue el siguiente libro que me planteé tras Relatividad sin fórmulas y no quería empezar otro hasta terminar con éste. El problema era que, a diferencia de artículos posteriores, los primeros de la serie Hablando de… eran demasiado esqueléticos, y necesitaban de bastante más trabajo del que pensé en un principio. El alivio de verlo completado es difícil de expresar. Al final, ha resultado en unas 224 páginas, creo.

Ahora estamos preparando la portada; Geli ha modificado la que utilizamos para la revista, para intentar dar un estilo homogéneo a los libros que puedan venir, y tenemos ya una primera versión de prueba, que podéis ver debajo a baja resolución (imaginar cuatro o cinco libros con los lomos a juego con éste en una estantería me hace saltar las lágrimas). Aún estamos retocando detalles, y no sé cuándo estará lista para enviar a Lulu junto con el texto y montar el libro. Después de eso, claro, tenemos que solicitar la versión de revisión para comprobar que todo se imprime como debe; nuestra idea es probablemente publicarlo a la vuelta de vacaciones, dando por hecho que habrá que cambiar algo tras recibir la copia de revisión, y que estaremos viajando por el mundo parte del verano, como siempre.

Prueba de portada

Portada-contraportada-lomo “de una sola pieza” (la portada a la derecha, claro).

Lo más difícil de todo lo que me ha tocado a mí ha sido la descripción del final: siempre me suena, o bien sosa, o bien pretenciosa. Si tenéis sugerencias sobre posibles cambios, ya sabéis, aún hay tiempo. ¿Qué cambiaríais en el diseño o en el texto, si es que hay algo?

Es posible, aunque no sea de los proyectos más antiguos que tengo en el tintero, que el próximo sea [Electricidad I], ya que el trabajo necesario para adaptarlo es pequeño: además de la revisión general, haría falta simplemente modificar las ilustraciones y el texto para utilizar sólo blanco y negro (así que nada de carga roja y verde), y añadir las preguntas/respuestas al final de cada capítulo como hicimos en Relatividad sin fórmulas. Veremos, porque las vacaciones son traicioneras.

Desafíos - El Tobogán de la Muerte (solución)

Como sucedió en los anteriores desafíos, la cantidad y calidad de las respuestas ha sido enorme. Y, como pasó en el anterior (Escalera hacia el cielo), no podemos daros una “solución correcta” porque hay muchas posibles; ha sido delicioso leer tantas soluciones ingeniosas. Al igual que al plantear el desafío espero siempre que disfrutéis pensando sobre las posibles soluciones, hoy el objetivo es que saborees las respuestas de otros, especialmente aquéllas que nunca se te hubieran ocurrido –yo no hubiera dado con la ganadora, por ejemplo, con lo que he sonreído como un niño al leerla–.

Se trataba de un desafío algo diferente de los dos anteriores. Por un lado, es probablemente el más sencillo de los tres aparecidos hasta el momento –como dijimos al presentar la serie, nuestro objetivo es variar la dificultad para que pueda haber participantes de diferentes niveles–. Por otro lado, a diferencia de los otros dos, no requería una respuesta muy detallada, sino simplemente que se te “encendiera la bombilla” al leerlo para dar con una posible solución de las varias que funcionan.

Lo que ha determinado los finalistas y ganador, por lo tanto, ha sido tanto el ingenio y originalidad demostrados como la claridad en la explicación… y, puesto que los ha habido en cantidad en muchas respuestas, la elección es necesariamente injusta (y elegir sólo unas pocas soluciones es lo que menos disfruto de los desafíos). Dicho todo esto, vamos con los distintos modelos de escapatoria, y el finalista representante de cada uno, además del ganador.

Como en los desafíos anteriores, por supuesto, todos los que aparecéis mencionados recibiréis el número de junio de la revista, para que podáis tener vuestra solución publicada en las zarpas.

Desafíos - El Tobogán de la Muerte

Desafíos El Tamiz

Los habituales conocéis bien a los terribles Alienígenas matemáticos y sus crudelísimos experimentos probabilísticos con humanos, cuyo fin suele ser… suculento. Sin embargo, aunque no suceda tan a menudo como en el caso de las Matemáticas, tras la conquista de la Tierra los babosos tiranos espaciales también realizarán algunos experimentos físicos, como el de hoy. Dado que nunca se sabe cuándo vas a encontrarte inmerso en un experimento así, El Tamiz, con su espírito de servicio público, quiere prepararos para que la tasa de supervivencia de nuestros lectores si llegamos a esa situación sea mayor que la del resto de la población.

Este delirante artículo, por si te lo estás preguntando, es la tercera entrega de nuestros Desafíos; los primeros fueron el del Pájaro Azuzú y el de Escalera hacia el cielo, y hoy os presentamos el tercero. Si no conoces estos desafíos, te recomiendo que antes de seguir leyendo eches un ojo a la descripción de la serie y las reglas amistosas con las que participan los lectores. Básicamente, os presentamos una pregunta (o más de una, según el caso) que requiere pensar un rato, largo o corto, disfrutando de ello, hasta alcanzar una respuesta.

De modo que imagina, crédulo pero estimado lector, que tras la conquista de nuestro planeta has sido capturado por los espantosos Alienígenas matemáticos, que han preparado un pequeño experimento para determinar tu inteligencia… con consecuencias mortales si fallas la prueba, por supuesto. Tus guardas te conducen hasta el borde de un gigantesco cuenco de color plateado, incrustado en el suelo, como una piscina semiesférica y vacía; el borde de la “piscina” está recubierto de pequeñas asas metálicas y al lado os espera un ejemplar de Alienígena de gran tamaño y con dos docenas de ojos viscosos y parpadeantes.

“Bienvenido, xuglurz”, gorgotea el monstruo. “Has sido elegido para llevar a cabo una pequeña prueba. Como ves, hemos construido una semiesfera hueca de sorscklyrnneo, un metal desconocido para vosotros, sub-criaturas.” Al decir esto, un gelatinoso tentáculo señala hacia el enorme cuenco metálico y brillante, como un bol de cereales de pesadilla.

“El sorscklyrnneo tiene propiedades maravillosas”, continúa el ser. “Además de su extraordinaria dureza y resistencia, este metal presenta una fricción prácticamente nula con cualquier otra superficie, y permite hacer unos toboganes magníficos…“, al oír esto, el guarda a tu espalda lanza un leve gorgoteo de ansiedad y placer entremezclados, ”… como vas a comprobar tú mismo.”

El monstruo gesticula con un tentáculo a los guardas. “¡Que empiece el experimento!”, ordena con un ladrido, duchándote de babas. “¡Sí, su Vileza!”, responden los guardas al unísono, y con un leve empujón, ¡te tiran dentro del cuenco!

Efectivamente, aunque al principio tu velocidad es muy pequeña, te deslizas con tal suavidad por el extraño metal que pronto te mueves muy rápido, y pasas por el centro del cuenco a una velocidad vertiginosa. Pero, en cuanto empiezas a ascender por el lado opuesto, tu velocidad comienza a descender. Al acercarte al extremo opuesto del cuenco, miras esperanzado, por si consigues alcanzar el borde con la mano y salir, ¡pero no llegas! Aunque la fricción es casi nula, a lo largo del camino que has recorrido es suficiente para hacer que no llegues al borde, sino que tu brazo extendido se queda un metro por debajo de la salvación.

Naturalmente, en seguida empiezas a bajar por el “tobogán” de nuevo hacia el centro, acelerando más y más, y después subes por el otro lado, hacia los tres Alienígenas que te miran con diversión.

“¡Vamos, sub-criatura!”, te anima uno de ellos con sorna, “no tienes más que agarrar una de las asas del borde y salir.” Pero, claro, tras dos viajes por el cuenco, ahora estás aún un poco más lejos del borde que antes, y no tienes manera de alcanzar la salvación. “O, si no quieres, puedes quedarte dentro del tobogán hasta que mueras de hambre… no serás un platillo muy nutritivo después, ¡pero no hay como el miedo y la angustia como aderezo!”

De modo que la pregunta de hoy, si es que aún estás leyendo estos desvaríos (vergüenza debería darte), es ésta: ¿cómo puedes conseguir escapar el mortal tobogán-cuenco de los Alienígenas?

Por si hay alguna duda:

  • El rozamiento de tu piel, uñas, ropa, etc. con el sorscklyrnneo es prácticamente nulo, y puedes considerarlo despreciable a todos los efectos.
  • El radio de la piscina semiesférica es muy grande, y el valor numérico no es relevante para el problema (la solución ideal no depende del tamaño de la piscina).
  • El borde tiene una serie de anillas semicirculares unidas a él, de modo que si alcanzas una anilla con la mano, aunque no haya rozamiento, puedes cerrar la mano alrededor de la anilla y así salvarte.

(No quiero dar pistas sobre la solución, pero sí decir que este dilema ha aparecido en un par de historias cortas de ciencia-ficción, de modo que, siguiendo las reglas amistosas, si has leído la historia o la conoces por alguna razón, no participes en el desafío).

Como siempre, os dejamos unos días para que podáis leer la pregunta, pensar largo y tendido sobre las posibles soluciones y enviarnos la respuesta. Tenéis de plazo hasta el viernes 11 de junio (inclusive) para enviar respuestas a desafios@eltamiz.com. Como siempre, lo importante no es ser el primero en contestar, pues el orden no tiene nada que ver con la respuesta que declaremos ganadora: lo esencial es que sea correcta, clara y didáctica: que consiga convencer a quien no ha sido capaz de resolver el desafío de que tiene sentido y llega al resultado correcto.

Recordad que el objetivo no es ganar nada (entre otras cosas, porque no hay nada que ganar más que el ejemplar de junio de la revista), sino imaginar una situación surrealista, pasar un buen rato pensando sobre ella y, sobre todo, saber cómo actuar en caso de ser invadidos y utilizados en un experimento así. Debemos estar preparados.

ACTUALIZACIÓN: Este desafío ya está resuelto y cerrado. Si llegas aquí ahora, puedes pensar sobre él y llegar a una solución, para luego leer las respuestas que resultaron ganadoras: Solución al desafío.

Inventos ingeniosos - La lavadora

En la serie Inventos ingeniosos nos fijamos en las cosas que nos rodean para preguntarnos de dónde vienen, quién tuvo la inteligencia y el tesón suficientes para crearlas, cómo funcionan y de qué modo han ido evolucionando a lo largo del tiempo. En la última entrega de la serie nos zambullimos en el origen e historia del reloj en dos partes; antes de eso, habíamos hablado del jabón, y el invento de hoy está muy relacionado con él, aunque es muchísimo más moderno. Hablaremos de la lavadora.

Lavadora manual

Lavadora manual del siglo XIX, Irlanda (Itub/CC 2.5 Attribution-Sharealike License).

No sólo hubo un tiempo en el que no había lavadoras, sino que ese tiempo constituye la inmensa mayoría de nuestra historia: se trata de un invento recentísimo. Al contrario que otros de los que hemos hablado en esta serie, no es algo vital –aunque sí muy cómodo– y una lavadora eficaz requiere de ciertos avances relativamente recientes para ser diseñada y construida. De modo que, durante milenios, nos las apañamos sin ellas (y hoy en día siguen sin existir en muchos lugares, por supuesto).