Por si no conoces los desafíos del El Tamiz, se trata de problemas de diversa índole que pretenden hacerte disfrutar pensando un rato, peleándote contra una pregunta con lápiz y papel y haciendo que las células grises se ganen la glucosa que les regalas. El de hoy es de Física pura y dura: energía y choques, regados con una dosis de surrealismo para que te veas incapaz de confesar a tus amigos y familiares que dedicas tiempo a estas cosas.
El texto que vas a leer está extraido de Esferiformes y cuneiformes de la Galaxia: hacia una etología coherente, del ínclito Klikkkkikt Sh’kaiaikk, Catedrático de Xenobiología de la Universidad de Vega. Si después de esta introducción sigues leyendo, tú verás lo que haces.
Los esferiformes vociferinos
La variedad de formas de vida en la Galaxia es muchas veces sorprendente. Muchos xenobiólogos se sorprenden al conocer la existencia, en varios planetas de Canopus, de una especie de extraño comportamiento de pequeños crustáceos llamados técnicamente esferiformes vociferinos o, más a menudo, bolas gritonas. El nombre se debe a la combinación de dos factores: por un lado, se trata de criaturas capaces de enrollarse sobre sí mismas hasta convertirse en esferas casi perfectas como mecanismo de defensa. Esto, por sí mismo, no es sorprendente, ya que mecanismos de protección de este tipo abundan en la Galaxia.
Esferiformes vociferinos.
La segunda parte del nombre hace referencia a los agudos e insoportables grititos de excitación que estas criaturas lanzan cuando salen despedidas por el aire, algo que sucede bastante a menudo. Los esferiformes vociferinos aprovechan el hecho de que, aunque absolutamente todos tienen el mismo tamaño y forma (esferas de 10 cm de radio cuando se enrollan), algunos de ellos pesan mucho más que otros: su masa tiene una variabilidad enorme, de manera que algunas bolas chillonas tienen una masa que es miles de veces la de otros más ligeros. Y, aunque se trata de criaturas de una inteligencia muy limitada, aprovechan este hecho para dar enormes saltos.