Hace muuucho tiempo que tenemos abandonada la serie de Falacias, pero es que no ha surgido ninguna lo suficientemente interesante como para hablar de ella. Sin embargo, recientemente recibí un correo de Óscar en el que me preguntaba por una que no había oído antes. Mi sorpresa fue mayúscula cuando, al buscar en la red y preguntar por ahí, me encontré con que parece estar muy extendida, a pesar de que me parece tan fácil de rebatir que se cae prácticamente sola.
De hecho, mucho me temo que casi todos los lectores habituales no creéis en el mito de hoy, pero he pensado que sigue mereciendo la pena escribir sobre él. Por un lado, mucha gente encuentra artículos de esta serie a través de búsquedas en la red, con lo que puede ser útil a otros; por otro lado, a veces nos topamos con personas que defienden cosas como la de hoy y, aunque tenemos clarísimo que se equivocan, no tenemos a mano los argumentos razonados para desmontar la mentira, de modo que espero que esto sirva de apoyo a quienes tengáis que lidiar con estos asuntos algún día con familiares, amigos y compañeros de trabajo.
La Falacia de hoy tiene que ver con los alimentos, y tiene varias formas distintas, aunque todas tienen algo en común. Básicamente, se oye por ahí que no es bueno beber leche y luego zumo de frutas, o alternativamente zumo y luego leche, o leche y luego fruta, o incluso la versión extrema, “después de la leche, nada eches”, que desaconseja incluso beber agua después de leche.
Mentira.