El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

Premios Nobel - Química 1912 (Victor Grignard y Paul Sabatier)

Antes de seguir nuestro recorrido por los Premios Nobel de Química desde su nacimiento en 1901, permite que te recuerde los que hemos conocido hasta ahora, pues es posible que al ir acumulando galardones empiecen a bailarte los nombres y termines con un batiburrillo de datos que te haga perder la visión global.

Empezamos con Jacobus Henricus van ‘t Hoff, que ganó el Nobel por su explicación de la presión osmótica; luego conocimos a Hermann Emil Fisher, que sintetizó varios azúcares, purinas y péptidos y recibió el premio de 1902 por ello. Svante Arrhenius ganó el de 1903 al explicar la disociación de moléculas al disolverse en agua mediante su hipótesis electrolítica, y Sir William Ramsay obtuvo el de 1904 por su descubrimiento de los gases nobles. El de 1905 se lo llevó Adolf von Baeyer por ser el primero en obtener añil sintético, mientras que Henri Moissan se llevó el de 1906 por aislar el flúor. En 1907 lo ganó Eduard Buchner por ser capaz de producir una fermentación artificial –no celular–, y en 1908 Ernest Rutherford por su hipótesis de la desintegración radiactiva. Wilhelm Ostwald recibió el galardón de 1909 por parir la cinética química, mientras que Otto Wallach obtuvo el de 1910 por su trabajo con los derivados del isopreno, los aceites esenciales. Finalmente, en 1911 se lo llevó –en una entrega un tanto redundante– Marie Curie por su descubrimiento del radio y el polonio.

Estamos ya, por tanto, en 1912, a un paso de entrar en la Primera Guerra Mundial –luego verás por qué digo esto–. En esta ocasión volvemos a encontrarnos con un Nobel de Química relacionado con la química orgánica, que (como vengo repitiendo en muchos artículos de la serie) estaba sufriendo una expansión explosiva, destrozando a su paso cualquier noción de vitalismo científico que pudiera quedar, reduciendo los “misterios de la vida” a cenizas y otorgándonos un poder sobre las moléculas orgánicas que nunca habíamos tenido antes. ¿Cómo usaríamos ese poder?

Además, el premio de hoy es repartido: dos científicos independientes se llevaron la mitad del Nobel cada uno por investigaciones que no estaban directamente relacionadas. Sí tienen algo en común, como veremos en un momento, pero se trata de uno de esos premios en los que imagino que habría división de opiniones sobre quién debería llevárselo y se llegó a una decisión salomónica.

Finalmente, el de hoy no es un premio demasiado fascinante –al menos para mí–, de modo que no se tratará de un artículo largo. Y, como siempre, que me perdonen los químicos entre el público por las barbaridades que pueda decir en mi ignorancia. ¡No tengáis remilgos en corregirme, que modifico lo que haga falta!

Dicho todo esto, saboreemos juntos el Premio Nobel de Química de 1912, otorgado conjuntamente a dos científicos franceses. Por un lado a Victor Grignard, en palabras de la Real Academia Sueca de las Ciencias,

Por el descubrimiento del denominado reactivo de Grignard, que en los últimos años ha hecho progresar enormemente a la química orgánica.

Y, por otro lado, a Paul Sabatier,

Por su método de hidrogenar compuestos orgánicos en presencia de metales finamente pulverizados, mediante el que el progreso de la química orgánica ha avanzado enormemente en los últimos años.

Sí, sí, palabras repetitivas, lo siento, pero no son mías. En cualquier caso, como puedes ver hay un hilo conductor: el avance de la química orgánica (la otra conexión, fruto de la casualidad, es el hecho de que ambos galardonados fueran franceses). Ni el trabajo de Grignard ni el de Sabatier nos proporcionaron nuevo conocimiento teórico directamente, pero tras ellos los químicos orgánicos fueron capaces de lograr muchas cosas de las que antes eran incapaces. Pero vamos por partes.

El Sistema Solar - Mimas

En las primeras entregas sobre el segundo gigante de nuestro Sistema Solar, Saturno, además de conocer el planeta en sí, dedicamos bastante tiempo a recorrer su sistema de anillos –intrincado, enorme, bellísimo–. A lo largo de esa exploración de los anillos descubrimos también varias de las lunas saturnianas: todas ellas muy pequeñas, embebidas en los anillos. Algunas, como Prometeo y Pandora, eran lunas pastoras: constituían el límite de algún anillo o subanillo. Otras, como Jano y Epimeteo –las lunas coorbitales– habían creado su propio y tenue anillo; finalmente, otras como S/2009 S 1, tan pequeña que no tiene ni nombre original, no eran más que trozos de anillo particularmente grandes.

Desde luego, no conocimos todos los pequeños satélites presentes en el sistema de anillos de Saturno, fundamentalmente porque ni siquiera hemos podido detectarlos todos aún; tal ves si lees este artículo unos años después de su publicación conozcamos alguno más, pero puedo asegurarte también que quedarán muchos otros por descubrir. En cualquier caso, de las sesenta y tantas lunas de Saturno que hemos detectado hasta el momento, prácticamente todas son como las que conocimos al estudiar los anillos: pequeñas, de forma irregular y hechas principalmente de hielo.

Mimas y Saturno

¿Poesía? Poesía eres tú… Mimas, fotografiada por Cassini, con Saturno al fondo (Cassini/NASA/ESA). Versión a 889x1012 px.

Sin embargo, aunque todavía conoceremos alguna más de ese estilo, de las docenas de lunas que orbitan Saturno hay siete que son especiales: son lo suficientemente grandes como para tener forma esférica debido a su propia gravedad. En el caso de Júpiter, como espero que recuerdes aún, había cuatro satélites de este tipo –Ío, Europa, Ganímedes y Calisto–. Por lo tanto, a pesar de que en muchos aspectos Saturno no es tan impresionante como Júpiter, en sus “lunas considerables” lo supera con creces, lo mismo que hacía con sus anillos, ya que los de Júpiter no les llegan a la suela del zapato.

A pesar de que ninguna de estas siete lunas se encuentra a una distancia muy pequeña de Saturno, el sistema de anillos es tan gigantesco que las cuatro más cercanas al planeta están todavía, hasta cierto punto, inmersas en él. Así, podemos dividir el grupo en dos: los cuatro satélites principales interiores –inmersos en los anillos– y los tres satélites principales exteriores –más allá del final de los anillos–. Naturalmente, como vimos al hablar del sistema de anillos, no termina en un borde definido, ya que el anillo E se va desvaneciendo gradualmente al alejarnos de Saturno, pero bueno. De hecho, como dijimos al hablar precisamente del anillo E, estos satélites principales parecen ser, al menos en parte, responsables de la existencia del propio anillo… pero a eso llegaremos en su momento.

Situación de Mimas en Saturno

Situación de Mimas respecto a los anillos de Saturno (NASA).

Hoy estudiaremos, por tanto, la primera de las siete lunas principales de Saturno, y la más cercana al planeta de las cuatro lunas principales interiores, además de hablar brevemente de un par de satélites menores cercanos a ella. Si tienes un rato y ganas, exploraremos juntos la luna Mimas, la “Estrella de la Muerte” del Sistema Solar.

Enviado el número de septiembre de 2012

Portada El Tamiz 201209

Mecenas y colaboradores ya deberíais tener en la bandeja de correo el número de septiembre. La principal novedad es que johansolo ha añadido un nuevo formato de libro electrónico: .mobi para el nuevo Kindle (y la misma aplicación en iOS y Android). Los antiguos Kindle pueden seguir utilizando la extensión .prc, lo mismo que cualquier otro lector compatible con Mobipocket. El resto de formatos (pdf, epub, fb2, html) siguen igual.

En el número de septiembre:

  • [Mecánica de fluidos I] Líquidos, gases y plasmas

  • El Sistema Solar - Mimas (aún sin publicar)

  • Premios Nobel - Química 1912 (Victor Grignard y Paul Sabatier) (aún sin publicar)

Que lo disfrutéis, y si es en compañía mejor aún.

[Mecánica de fluidos I] Líquidos, gases y plasmas

En la introducción a la mecánica de fluidos hablamos sobre la diferencia fundamental entre sólidos y fluidos: la capacidad de cambiar de forma, es decir, de fluir. Sin embargo, aunque todos los fluidos tengan esta característica en común, existen otras diferencias en su comportamiento que merecen un capítulo aparte. Aprovecharemos, además, para adquirir una idea general sobre cómo y por qué fluyen este tipo de medios, y para definir un concepto que nos será utilísimo más adelante: la densidad.

¿Preparado?

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La verdad es que ya era hora. Ya está disponible Relatividad sin fórmulas en formato de libro electrónico respetable (EPUB, sin protección alguna de copia, desde luego), gracias –¡sorpresa!– al trabajo de johansolo. Acabo de actualizar la página de libros para que aparezca, pero puedes ir directamente aquí para comprarlo por 5€. Que ustedes lo disfruten, si es que no lo han disfrutado ya.