El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

El número de noviembre de 2012, salido del horno

Portada El Tamiz 201211

Hace unos minutos hemos enviado a colaboradores y mecenas el número de noviembre de nuestra pobre “revista”. El PDF son unas 55 páginas A4 y, además de él y la versión HTML, como siempre, johansolo ha producido las versiones de libro electrónico: fb2, mobi y epub.

En el número de noviembre:

  • [Mecánica de fluidos I] Presión

  • Premios Nobel - Física 1913 (Heike Kammerlingh Onnes) I

  • Premios Nobel - Física 1913 (Heike Kammerlingh Onnes) II (aún sin publicar)

  • ¿Has leído…(no revelo la obra antes de tiempo)? (aún sin publicar)

Espero que la disfrutéis y, si es en compañía mejor: por ejemplo, mandándosela a tu madre, que aún no sabe que eres friki ((Es broma: lo sabe perfectamente.)).

Premios Nobel - Física 1913 (Heike Kamerlingh Onnes) I

En la serie sobre los Premios Nobel recorremos, dentro de las ramas de Física y Química, cada uno de estos galardones desde su nacimiento en 1901 hasta la actualidad –punto que alcanzaremos el siglo que viene, imagino–. En cada artículo tratamos de hacer dos cosas; por un lado, ponernos en la situación en la que estábamos por entonces, de modo que sea más fácil comprender la relevancia del premio y lo que significó en su momento. Por otro, hablar del descubrimiento en general y, básicamente, pasarlo bien parloteando un rato de ciencia. La mejor actitud para disfrutar de esta serie es no tener expectativas, porque ¿quién sabe dónde nos llevará la verborrea?

En la última entrega de la serie hablamos del Premio Nobel de Química de 1912, entregado a Victor Grignard y Paul Sabatier por sus descubrimientos en química orgánica –el reactivo de Grignard por un lado y la hidrogenación utilizando metales pulverizados en el otro–. Hoy haremos lo propio con el Premio Nobel de Física de 1913, que recibió el holandés Heike Kamerlingh Onnes, en palabras de la Real Academia Sueca de las Ciencias,

Por sus investigaciones sobre las propiedades de la materia a bajas temperaturas, que llevaron, entre otras cosas, a la obtención de helio líquido.

Sí, sí… puede sonar poco importante, pero puedo asegurarte que no lo es en absoluto. De hecho, la obtención de helio líquido en sí misma no hubiera hecho a Onnes ganar el Nobel: fue la combinación con un descubrimiento realizado utilizando ese helio líquido lo que le proporcionó el galardón, ya que un contemporáneo suyo condensó hidrógeno diez años antes y no se llevó ningún Nobel… es una larga historia.

Tan larga que, como verás, la estamos publicando en dos partes; estás leyendo la primera, y la segunda se publicará la semana que viene.

Y en esta historia se mezclan la generosidad, la ruindad (a veces de los mismos personajes), la persistencia y la visión empresarial. Además, está entrelazada con la historia de William Ramsay, un personaje viejo conocido nuestro; se trata de la dramática carrera para licuar los “gases permanentes” –que, por supuesto, luego resultaron no serlo– y, sobre todo, el último de ellos: el helio. ¿Preparado?

Las clases de luminosidad [3/10] en vídeo

Gracias al trabajo excepcional de Pedro F. Pardo y David Moñivas ya podéis ver el tercer capítulo de La vida privada de las estrellas en vídeo, el dedicado a las clases de luminosidad. Aunque podéis verlo aquí mismo, yo lo haría en pantalla completa desde la propia página de youtube en este enlace (no olvidéis subir la resolución a 720p).

Podría decir lo que opino del vídeo, pero creo que con verlo basta: no tengo palabras más que “gracias”.

[Mecánica de fluidos I] Presión

En el anterior capítulo del bloque hablamos sobre las diferencias entre los tres tipos de fluidos –líquidos, gases y plasmas–. También pusimos de manifiesto algo en lo que los esos tres estados se parecen: en el hecho de que, dado que pueden fluir, la interacción con ellos no se produce como si fueran un todo, sino sólo con la parte del fluido en contacto con cualquier otra cosa. Esa característica hace muy útil una magnitud fundamental en mecánica de fluidos, a la que nos dedicaremos hoy: la presión.

Sin embargo, como siempre, antes de entrar en faena detengámonos un momento para hablar sobre la respuesta al desafío planteado al final del anterior artículo.

Respuesta al Desafío 1 - Densidad

Cálculos aparte, recuerda que lo esencial es comparar los valores obtenidos con los que tienes más o menos asimilados –agua y aire, por ejemplo– para ver si tienen sentido y qué significan las densidades calculadas.

La bola de goma era fácil: un 80% de la densidad del agua, que es 1000 kg/m3, no es más que 800 kg/m3.

El anillo de oro requería simplemente buscar la densidad del oro –ya que no importa si es un anillo, un martillo o un bloque del tamaño de tu casa, la densidad del oro es la que es–: unos 19 300 kg/m3. Dicho de otro modo, casi veinte veces la densidad del agua –el oro es un metal muy pesado–.

En el caso del tornillo hacía falta emplear la fórmula que define la densidad: masa entre volumen. Además, era necesario utilizar unidades del Sistema Internacional para poder comparar con el resto –kilogramos y metros cúbicos–. El tornillo tenía una masa de 10 gramos, es decir, 10-2 kg, y un volumen de 10-6 m3. Dividiendo uno por el otro obtenemos su densidad, 10 000 kg/m3, diez veces la densidad del agua.

Finalmente, el trozo de madera tenía las unidades ya en el Sistema Internacional, de modo que no hacía falta más que dividir su masa –0,5 kg– entre su volumen –0,8 m3–: 0,625 kg/m3. Pero, ¡ah!, qué madera más curiosa, ¿no? Tiene menos densidad que el aire, lo cual es imposible. No olvides nunca que esto no son matemáticas, sino física – imagina resultados comparándolos con realidades que conoces para ver si la cosa encaja o no encaja.

Así, la ordenación que se nos pedía debería ser: madera imposible, bola de goma, tornillo y anillo.

Francis Bacon (II)

La semana pasada publicamos la primera parte del artículo sobre Francis Bacon. Hablamos entonces sobre su familia, su infancia, el florecimiento de su carrera política y la primera obra de su Instauratio Magna: De Augmentis Scientiarum, donde establecía la clasificación del conocimiento y su fin último. Hoy seguimos con la segunda parte – el culmen de su carrera pública, sus obras máximas y luego… bueno, ya veremos lo que sucedió luego.

Los años posteriores a la publicación del Avance de las Ciencias fueron excelentes para Sir Francis: se encontraba bajo la protección de Jacobo I, su carrera política iba viento en popa y sus ideas filosóficas, que habían ido madurando durante bastante tiempo, empezaban a expresarse de una manera magistral.

Ocho años después de publicar la primera parte de la Gran Instauración, en 1613, y tras recomendar a Jacobo una reorganización de los puestos judiciales del Reino, Bacon fue nombrado Fiscal General del Estado. Cinco años después alcanzaría uno de los puestos de más poder de todo el país al convertirse en Canciller del Reino, el mismo puesto que había recibido su padre sesenta años atrás. Para rizar el rizo, Jacobo creó dos títulos nobiliarios para Bacon: en 1618 lo nombró Barón de Verulam y en 1621 Vizconde de St. Albans. También es cierto que, a la vez que Bacon recibía todo tipo de prebendas por parte del Rey a cambio de un apoyo bastante servil, se iba ganando el resentimiento de gran parte de la clase política inglesa (algo que, como veremos, pagaría más adelante).

Francis Bacon, grabado

Grabado de Francis Bacon en 1618, el año en que se convirtió en Barón.

Entre tanto, el Barón de Verulam seguía escribiendo, ¡y cómo escribía! Si a veces se me nota cierta antipatía al hablar de su carrera política, todo se me olvida cuando leo sus escritos. Qué genialidad, que contundencia y qué valor al expresar aquello en lo que creía… qué contraste, una vez más, con el modo en que se comportaba en su vida cotidiana. Estoy convencido de que tras leer algunos fragmentos de su obra tú también le perdonarás todo lo demás.