El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

Conoce tus elementos - El galio

En la última entrega de Conoce tus elementos, nuestro largo recorrido por la tabla periódica, conocimos algo más sobre el elemento químico de treinta protones, el cinc, un metal muy conocido –como los tres o cuatro últimos que hemos visto en la serie–, utilísimo y razonablemente abundante.

Hoy, sin embargo, la cosa cambia. Como hemos dicho antes en la serie, existen elementos que aparecen puros en la naturaleza y son fáciles de reconocer, otros que son abundantes pero que suelen formar compuestos –con lo que hemos convivido durante milenios con ellos sin reconocerlos– y, finalmente, otros que son escasos y además muy difíciles de reconocer, con lo que fueron descubiertos muy tarde, históricamente hablando. El elemento de hoy pertenece a ese grupo: permaneció oculto durante casi toda nuestra historia, siguió oculto durante la fiebre de descubrimiento de nuevos elementos del siglo XVIII, ¡y también a la de casi todo el siglo XIX!

Hizo falta esperar a la segunda mitad de ese siglo para que, por fin, nos revelara sus misterios. Tanto es así que, como veremos, su descubrimiento se hizo en el orden inverso al habitual. En los siglos anteriores, los químicos tomaban cualquier sustancia que se les pusiera por delante e intentaban aislar nuevos elementos de ella. Sin embargo, en el caso que nos ocupa hoy el elemento se descubrió antes de aislarlo, y no sólo eso: antes de que se detectase su presencia por primera vez ya habíamos predicho su existencia e incluso sus propiedades con cierta precisión.

Se trata, por tanto, de un elemento bastante nuevo, que durante un siglo tras su descubrimiento fue poco más que una curiosidad científica, pero que luego se ha convertido en uno de nuestros más fieles aliados tecnológicos. En su momento fue uno de los enormes triunfos de un científico cuyo nombre estoy seguro de que conoces –viejo héroe de la serie–, y supuso un “¡zas, en toda la boca!” a una legión de sus críticos. ¿Te pica la curiosidad? Entonces hablemos sobre el elemento de treinta y un protones, el galio.

Desafíos - Péndulo estelar (solución)

Al proponer el desafío del péndulo estelar de la semana pasada imaginé que tendría una respuesta muy escasa, porque no es algo tan asequible como lo que solemos proponer en los desafíos. Por lo tanto, me ha sorprendido el número de vosotros que le ha hincado el diente, al menos a la primera parte. Para quienes no pudisteis ir más allá, el desafío completo constaba de tres partes: la que publicamos y otras dos de dificultad creciente.

La segunda parte era sólo un poco más difícil que la primera, pero la tercera era realmente endemoniada, y aun así seis de vosotros habéis logrado una respuesta razonable hasta el final. Son los finalistas (Jesús, Karlos, Mariano, Isi Villanueva y Carlos) y el ganador, Mmonchi. Me lo he pasado “teta”, como siempre, leyendo vuestras respuestas, y espero que si te has peleado con este desafío te resulten tan sabrosas como a mí según las vayas leyendo, ya que mostraré unas cuantas.

La primera pregunta del desafío (la “pública”) era la siguiente:

  • Demuestra que, si d«D, la estrella pequeña realiza un movimiento armónico simple. Tendrás que despreciar algún término en algún momento para poder demostrarlo, y dejo a tu criterio cuándo y cómo hacerlo.

Desafíos - Péndulo estelar

Desafíos El Tamiz

Tras un desafío puramente matemático, el de los cristales blindados de Bootes, hoy os presentamos uno físico puro y duro. Para resolverlo hacen falta física y matemáticas de nivel preuniversitario (para quienes viváis en España, de 2º de Bachillerato). En este desafío haremos algo que no hemos hecho antes: un breve resumen de conceptos necesarios para resolverlo, con sus enlaces correspondientes. Como siempre, en esta entrada están desactivados los comentarios, pero podeís decirnos qué os parece esta novedad en los comentarios de la solución, que se publicará la semana que viene.

La razón es la siguiente: aunque en las “reglas” se admite perfectamente consultar recursos como libros de texto, a veces uno no sabe ni por dónde empezar si ha estudiado estas cosas hace mucho tiempo. De manera que pretendemos dar el empujoncito inicial, al menos describiendo qué cosas debes saber y dónde encontrar más información sobre ellas fácilmente. De esta manera tal vez tu memoria tenga un punto de partida y puedas recuperar lo que sabías sobre esto.

En el desafío de hoy hace falta tener claros los siguientes conceptos:

Sí, como ves esta vez no hace falta sólo pensar: hace falta o bien recordar o bien aprender. Pero ése es justo el propósito en este caso – que te pelees con un problema físico que requiera adquirir conocimiento nuevo o, en su caso, recordar el que estudiaste en el colegio. Sin más, vamos con la descripción del desafío.

Péndulo estelar

La civilización de los Nevindivadianos de Aquila era una de las más avanzadas del Universo. Su control sobre el entorno era casi absoluto: podían modificar el clima de sus planetas a voluntad, obtener una cantidad de energía casi inagotable de manera limpia, manipular materia a nivel nanométrico e incluso controlar los movimientos orbitales de sus sistemas estelares.

Tal era la maestría y el conocimiento de los Nevindivadianos que, en ocasiones, creaban obras de ingeniería galáctica sin un propósito práctico, sino como una forma de arte. Hordas de turistas visitaban cada año, por ejemplo, el planeta Kuririkuri, rodeado por una docena de estrellas de distintos colores que orbitaban a su alrededor, de modo que sobre Kuririkuri nunca era de noche sino que días de distintos tonos se alternaban cada poco tiempo. Los Nevindivadianos no sólo habían llevado cada estrella hasta ponerla en órbita alrededor del planeta, sino que habían introducido en el núcleo de Kuririkuri una sustancia de tal densidad que las estrellas giraban en torno al planeta y no al revés… además de otra sustancia en la superficie que evitaba que ese campo gravitatorio aplastara a los turistas, pero no quiero alargarme. El caso es que los Nevindivadianos, así llamados por su ancestral profeta, tenían una ciencia y una tecnología extraordinariamente avanzadas.

En cierta ocasión, uno de sus regentes electos decidió hacer otra obra de arte cósmica: un péndulo estelar. La idea era crear un sistema de tres estrellas de modo que una de ellas realizase un movimiento oscilante debido a la gravedad de las otras dos. Para ello, los Nevindivadianos emplearían una de sus técnicas casi mágicas: la capacidad de mantener un objeto fijo en el espacio respecto a otro.

El proyecto del regente consistía en dejar dos enormes estrellas fijas a una gran distancia una de otra, y luego poner una estrella más pequeña entre las dos. Si la pequeña estrella se dejase libre justo entre las dos estrellas grandes estaría en equilibrio, pero si a continuación se alejase ligeramente de ese punto de equilibrio como se muestra en la figura, la pequeña estrella empezaría a oscilar:

Péndulo estelar 1

Cada estrella grande debe tener una masa M, y la pequeña una masa m. El punto de equilibrio distaría una gran distancia D de cada estrella grande, y la pequeña se separaría una distancia d antes de dejarla libre para oscilar.

Naturalmente tú, avezado lector, eres el ingeniero galáctico encargado de poner en funcionamiento este gigantesco péndulo estelar, y aquí tienes la primera parte del desafío:

  • Demuestra que, si d « D, la estrella pequeña realiza un movimiento armónico simple. Tendrás que despreciar algún término en algún momento para poder demostrarlo, y dejo a tu criterio cuándo y cómo hacerlo.

Si consigues demostrarlo puedes escribir un correo a desafios@eltamiz.com y te revelaré la segunda parte del desafío: estos regentes nunca están contentos y les gusta la sofisticación.

Como siempre, enviar las respuestas pronto no significa nada: lo importante es que estén bien, sean didácticas para quienes no han podido resolver el desafío (especialmente en el caso de hoy, ya que algunos lectores aprenderán sobre estas cosas con vuestras soluciones), sean amenas y bien documentadas con figuras si es necesario, etc.

Sin embargo, esta vez recomiendo no enviar la primera parte de la solución demasiado cerca del límite de tiempo, ya que no tendrías mucho margen para resolver el resto cuando te lo envíe. El límite de envío de soluciones es el domingo 9 de diciembre inclusive, es decir, a finales del próximo fin de semana.

Que ustedes lo pasen bien pensando con lápiz y papel y, antes de eso, recordando/aprendiendo. Esas células grises lo necesitan…

Actualización: Este desafío ya está cerrado y puedes leer la solución aquí.

¿Has leído “La rata de acero inoxidable”, de Harry Harrison?

Como bien sabéis los habituales, en ¿Has leído…? recomendamos libros de ciencia-ficción (y, de vez en cuando, de fantasía). Siempre intento no destripar la historia pero, al mismo tiempo, dar la suficiente información para que sea posible saber si el libro va a gustarte o no.

La última recomendación, Heliconia, era un ladrillo: serio, sesudo, profundo y muuuy largo. Por eso hoy he elegido un estilo completamente distinto. Hablaremos de una serie de libritos cortos y deliciosos, escritos por el recientemente fallecido Harry Harrison, dedicados a un personaje inimitable, la rata de acero inoxidable.

Premios Nobel - Física 1913 (Heike Kamerlingh Onnes) II

Hoy continuamos con la segunda parte de la historia del Nobel de Física de 1913, otorgado al holandés Heike Kamerlingh Onnes por su trabajo en la licuefacción del helio y, además, por el descubrimiento fundamental que realizó utilizando ese helio líquido a gélida temperatura. Nos habíamos quedado en 1908, cuando Onnes por fin podía empezar a trabajar en su laboratorio de Leiden para condensar hidrógeno y helio pero, al mismo tiempo, cuando James Dewar acababa de conseguir licuar hidrógeno.

Cuando Heike Kamerlingh Onnes empezó a trabajar en su laboratorio, por lo tanto, ya había perdido la carrera del hidrógeno, pero al menos le quedaba por correr en la del helio… si conseguía algo de helio para empezar, claro. En primer lugar, dada su reputación, Onnes pidió ayuda a James Dewar, pero éste se negó a proporcionarle helio (supongo que porque él mismo apenas tenía suficiente, claro). De manera que el holandés escribió, cómo no, a Sir William Ramsay, que le proporcionó una cantidad pequeña pero razonable de helio; además, el helio de Ramsay era muy puro y no contenía neón, otra ventaja para Kamerlingh.

Van der Waals y Onnes

El mentor: Johannes Diderik Van der Waals (a la derecha), junto a Heike Kamerlingh Onnes (a la izquierda).

Onnes tenía dos ventajas más: un profundo conocimiento de las teorías de su compatriota y amigo Van der Waals, y un laboratorio y un equipo de técnicos extraordinario. El holandés pasó los primeros años simplemente perfeccionando la licuefacción del hidrógeno, a pesar de que Dewar lo había logrado antes que él. ¿La razón? Que era muy necesario para el siguiente paso.