Lo siento, pero ha vuelto a pasar: ésta es una nueva entrega de los Alienígenas matemáticos, la serie estúpido-matemática de El Tamiz en la que no hay más que pedantería, humor negro sin gracia y conclusiones inanes. Si eres afortunado, no sabes de lo que estoy hablando. Es mejor que sigas así y dediques tu tiempo a algo más útil: lee un libro, ve a dar un paseo o mira a la pared mientras meditas sobre su textura pero no sigas leyendo esto. Dicho de la manera más simple y llana posible, la lectura de cualquiera de estos artículos es ortogonal a cualquier uso práctico del tiempo que requiere. Avisado estás.
Dicho todo esto, esta vez hay una diferencia con otras – la información que vas a recibir puede resultar vital en el futuro. Si algún día somos conquistados por una especie alienígena de crueldad extrema y curiosidad pareja a ella, es posible que el entrenamiento que vas a recibir suponga la diferencia entre la vida y la muerte no sólo para ti, sino para muchos otros seres humanos. No te rías, porque esto es una cosa muy seria: es casi seguro que, de ser tomada la Tierra por criaturas de esa naturaleza, seamos sometidos a experimentos en los que nuestro comportamiento puede determinar si vivimos o morimos.
No estoy diciendo, ni mucho menos, que esto vaya a pasar, ¡por supuesto que no! No estoy insinuando, sin poder decirlo abiertamente, que conozca la existencia de una flota que lleve siglos acercándose al Sistema Solar a velocidades supralumínicas y que vaya a llegar aquí en las próximas décadas. No hay manera alguna de que podamos saber que algo así esté pasando, ni que tengamos idea de los experimentos exactos que esas criaturas –hipotéticas criaturas– vayan a realizar –hipotéticamente– cuando lleguen aquí. Si es que llegan aquí. Si es que existen. Hipotéticamente.