Iniciamos esta serie de Hablando de… con el ácido sulfúrico, sintetizado por primera vez por Geber, cuyas ideas inspiraron la búsqueda en la Edad Media de la piedra filosofal por los alquimistas, el más grande de los cuales fue Paracelso, que eligió ese nombre para compararse con Celso, que se pensaba era un médico romano pero realmente era un tratadista que escribió una de las primeras grandes enciclopedias, la mayor de las cuáles es el Siku Quanshu, que contiene tesoros científicos, literarios y filosóficos como los tres textos clásicos del Taoísmo Filosófico, que tenía un concepto de la realidad muy diferente del occidental hasta la llegada de la “realidad cuántica”, puesta en cuestión por algunos físicos, que se enzarzaron en interesantes debates como las discusiones entre Einstein y Bohr, en las que tomaron parte otros genios como John von Neumann, cuyas ideas de máquinas auto-replicantes, junto con el concepto de una inteligencia artificial comparable a la humana de Turing, llevaron a las primeras predicciones de una “singularidad tecnológica”, que podría ser una explicación de la Paradoja de Fermi propuesta por el físico Enrico Fermi, que tuvo una importante participación en el Proyecto Manhattan, iniciado por el gobierno estadounidense como respuesta a una carta de Szilárd y Einstein en la que avisaban de la posibilidad de que los Nazis desarrollaran una bomba atómica. Pero hablando del proyecto nuclear Nazi…
Al principio de la guerra, era evidente para todo el mundo que los alemanes tenían ventaja en la física nuclear - la fisión nuclear había sido descubierta en Alemania justo antes de la guerra (por cierto, basándose en el trabajo de Fermi), y los Aliados sabían que estaban por detrás en ese campo de la física.
Sin embargo, en parte, la propia política Nazi favoreció su derrota en este aspecto: muchísimos científicos europeos de la época eran judíos, tenían antecedentes judíos, o los tenían sus cónyuges. Muchos de ellos, como algunos de los que hemos hablado en esta serie (como von Neumann o Fermi) acabarían trabajando en el proyecto nuclear estadounidense, igual que Bohr, cuando podrían haberlo hecho (¿quién sabe?) formando parte del Eje, pues provenían de países como Italia, Hungría, Austria y Alemania. De hecho, el único científico de gran peso que se mantuvo en el bando alemán del desarrollo atómico fue Werner Heisenberg. Desde luego, era un gigante, pero no había otros físicos de su talla a su lado, y sí en el bando contrario.