Es de rigor para la entrada de hoy un agradecimiento especial a Alberto (que suele comentar como Proyecto#194), quien me habló sobre la paradoja de la que voy a hablar hoy, y que me ha parecido (como espero que os pase a vosotros) verdaderamente fascinante: ¡gracias, Alberto!
La paradoja en cuestión fue propuesta por el filósofo James Thomson en 1954, y se denomina la paradoja de la lámpara de Thomson. Hay versiones alternativas por ahí, y aquí, por supuesto, vamos a dar una versión ligeramente alterada: como sabéis los veteranos, me encantan los experimentos mentales, y muy especialmente, por razones morbosas, los que involucran alienígenas malvados y la posibilidad de morir, de modo que la lámpara de Thomson de El Tamiz va a tener ambos. Por cierto, no existe consenso sobre la solución de la paradoja, de modo que el objetivo de este artículo no es “enseñarte” nada, sino simplemente que pensemos juntos - es el viaje el que merece la pena, no el destino, de modo que no te sientas decepcionado si, al final, no llegamos a ninguna parte.