El Tamiz

Antes simplista que incomprensible

La guerra biológica (II)

En la primera parte de este artículo recorrimos la historia de la guerra biológica desde la Antigüedad, con hititas y griegos, hasta el momento en el cual descubrimos el origen microbiano de las enfermedades. Hasta ese momento, por lo tanto, quienes usaron la guerra biológica lo hicieron sin entender lo que había debajo. Incluso a finales del XIX el conocimiento era rudimentario y la capacidad de convertir microbios en armas era casi inexistente – pero todo cambió en el siglo XX.

Aviso: Aunque intentaré no ser demasiado explícito, se trata de un artículo duro, en el que se describen sucesos terribles que pueden resultar desagradables. Además hay alguna foto que puede hacer que se te encoja el estómago. Avisado estás si sigues leyendo.

La guerra biológica (I)

Hoy volvemos a Hablando de…, la serie en la que hablamos más o menos de todo. Su objetivo es mostrar cómo todo está conectado de una manera u otra, de manera que cada artículo enlaza con el siguiente por algo que ambos tienen en común; los primeros 32 artículos de la serie están disponibles, además de en la web, en forma de dos libros, y probablemente algún día haya un tercero.

En los últimos artículos hemos hablado de Johann Sebastian Bach, cuya aproximación intelectual y científica a la música fue parecida a la de Vincenzo Galilei, padre de Galileo Galilei, quien a su vez fue padre de la paradoja de Galileo en la que se pone de manifiesto lo extraño del concepto de infinito, cuyo tratamiento matemático sufrió duras críticas por parte de Henri Poincaré, el precursor de la teoría del caos, uno de cuyos padres, Sir Robert May, fue Presidente de la Royal Society de Londres, sociedad formada a imagen de la Casa de Salomón descrita en el Nova Atlantis de Francis Bacon cuando científicos de las siguientes generaciones leyeron sus escritos, como le sucedió a Robert Boyle, cuyo trabajo en óptica fue bienintencionado pero muy inferior al de otros estudiosos de la naturaleza de la luz, cuyo carácter de onda electromagnética nunca hubiéramos descubierto sin la ayuda de Michael Faraday, que también propuso mejorar el alcantarillado de Londres pero no se le hizo caso porque no había sido aceptada aún la teoría microbiana de las enfermedades, que la humanidad empleó para crear la guerra biológica.

Pero hablando de la guerra biológica…

Aviso: Aunque intentaré no ser demasiado explícito, se trata de un artículo duro, en el que se describen sucesos terribles que pueden resultar desagradables. Si no quieres deprimirte, tal vez sea mejor que no sigas leyendo.

Premios Nobel - Química 1918 (Fritz Haber)

En esta serie sobre los Premios Nobel recorremos estos galardones, en sus categorías de Física y Química, desde sus orígenes en 1901 en adelante. Aprovechamos así para matar dos pájaros de un tiro: hablar sobre el asunto científico de que se trate con cierta profundidad, y conocer el contexto histórico y los acontecimientos que llevaron al descubrimiento en cuestión. En el último artículo de la serie hablamos en dos partes sobre el Nobel de Física de 1918, otorgado al alemán Max Planck por su famosa hipótesis. Hoy lo haremos, por tanto, del Nobel de Química del mismo año, entregado a otro alemán, Fritz Haber, en palabras de la Real Academia Sueca de las Ciencias,

Por la síntesis del amoníaco a partir de sus elementos.

Por si no lo recuerdas, hace mucho tiempo que no hablamos de Química en esta serie: no hubo Nobel de esta categoría en 1916 ni en 1917. De hecho en 1918 se dejó vacante el premio una vez más; como sabes si sigues esta serie, la Academia a veces hace eso temporalmente, en espera de si el año siguiente puede otorgar el Nobel del año anterior. Eso pasó en este caso, y en 1919 la Academia entregó el Nobel de 1918 a Fritz Haber.

Fritz Haber
Fritz Haber (1868-1934) [dominio público].

Se trata de uno de esos premios aparentemente anodinos, y no es ningún logro teórico revolucionario (Haber no era ese tipo de químico). Eso sí, su importancia es absolutamente crucial para nuestra vida, como espero demostrar a lo largo del artículo, y además la historia de Haber me parece interesante, trágica e irónica a la vez.

¿Preparado? Como siempre, debemos retroceder en el tiempo para comprender la relevancia del logro de Fritz Haber, aunque esta vez no demasiado – tan sólo unos cien años, cuando nos empezamos a dar cuenta de que teníamos un enorme problema como especie.

Las cuatro fuerzas - La fuerza gravitatoria (II)

En la primera entrega sobre la fuerza gravitatoria recorrimos nuestro conocimiento sobre esta fuerza desde Aristóteles hasta Kepler. Como recordarás, terminamos con una idea del alemán que ya ponía los dientes largos: la de que los cuerpos con masa se atraen unos a otros a distancia.

Kepler había obtenido la inspiración del magnetismo de Gilbert, que ya postulaba la acción a distancia. Pero, a su vez, la idea de Kepler sirvió de inspiración a científicos de las décadas posteriores, que nos revelaron la gravedad en todo su esplendor. De todos ellos, desde luego, destaca Sir Isaac Newton –alabado sea su nombre–, pero él no fue el único en refinar las ideas de Kepler, ni mucho menos.

Enviado el número de abril de 2014

Acabamos de enviar el número de abril por correo. Esta vez son unas 69 páginas (en la versión PDF y A4, claro), y los formatos son los de siempre: epub, mobi, fb2, pdf y html. Las versiones de libro electrónico son, para variar, cortesía de johansolo.

En el número de abril:

  • Confirmada la inflación cósmica - Qué, cómo, dónde, cuándo

  • Las cuatro fuerzas - La fuerza gravitatoria (I)

  • Las cuatro fuerzas - La fuerza gravitatoria (II) (aún sin publicar)

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