Como sabéis no tengo tiempo de hablar de muchas noticias; de vez en cuando lo hago en las “pinceladas”, pero últimamente no tengo tiempo ni de eso. Sin embargo me he topado con algo que no puedo dejar de compartir con vosotros: la noticia de que, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Berkeley, existen indicios bastante sólidos de que el origen de parte del ADN humano es extrasolar. ¡Ojo, que no digo extraterrestre, sino extrasolar! Sí, la cosa es bien gorda e imagino que estarás arqueando la ceja lo mismo que hice yo cuando leí la noticia. De modo que vamos por partes.
Antes de que sigas leyendo, creo que no hace falta que te diga que la pseudociencia me repatea las costillas y que estoy de oir hablar de “astronautas ancestrales” e idioteces similares hasta las narices. Pero esto no es una sarta de sandeces, sino algo publicado por una universidad de prestigio y con argumentos razonables: paciencia y vamos con ellos, pero no pierdas la confianza en mí porque el artículo empiece hablando de algo que suena absurdo.
Es posible que sepas que hay estructuras intracelulares que tienen su propio ADN, como sucede con las mitocondrias. A diferencia del ADN nuclear, que proviene de padre y madre y cambia bastante, por eso, de generación en generación, el ADN mitocondrial que se encuentra en esos orgánulos celulares siempre proviene del óvulo. Por eso, seas hombre o mujer, el ADN de tus mitocondrias es probablemente idéntico al de tu madre. También por la misma razón, si eres hombre ese ADN mitocondrial no pasará a tus descendientes, mientras que si eres mujer sí.
Esto ha hecho que el ADN mitocondrial se haya empleado para desentrañar nuestro pasado, ya que cambia muy poco a lo largo del tiempo. En 2009 se estimó una fecha aproximada para la “Eva mitocondrial”, el ancestro femenino común más antiguo de todos los seres humanos actuales, de alrededor de 200 000 a. C.
Propagación del ADN de la “Eva mitocondrial” a partir de 200 000 a. C. (Maulucioni/ CC Attribution-Sharealike 3.0 License).
Sin embargo, del mismo modo que el ADN mitocondrial pasa sólo a través de la madre a la siguiente generación –por eso la Eva mitocondrial–, el ADN del cromosoma Y lo hace sólo a través del padre, ya que es precisamente el que determina que el sexo sea masculino. Por lo tanto, si eres varón –es decir, tienes un cromosoma Y– ese cromosoma proviene de tu padre. Una vez más, esto significa que es posible trazar hacia el pasado una línea de conexión – pero en este caso paterna. En otras palabras, igual que hay una Eva mitocondrial existe un Adán cromosómico, es decir, un ascendiente masculino común a todos los seres humanos actuales.
Pero las estimaciones dan una fecha para el Adán cromosómico de alrededor de hace 50 000 años, es decir, unos 150 000 años posterior a la Eva mitocondrial. Y esto es rarísimo. O lo era hasta hace unos meses, cuando un equipo de biólogos de Berkeley descubrió algo muy extraño pero relacionado con esta divergencia de fechas.
Al examinar varios estratos de un yacimiento arqueológico del cuerno de África datados entre 80 000 y 40 000 años atrás, muchos de ellos con restos óseos que aún contienen ADN, los científicos detectaron un cambio brusco y radical en el ADN del estrato de 50 000 años de antigüedad. En palabras de Evelyn Brugher, una de las biólogas responsables del estudio,
[…] no era algo explicable por mutaciones, ya que requeriría de varias decenas de miles de mutaciones en el espacio de una generación.
El ADN anterior y posterior a esa fecha difiere en un 4%, un porcentaje que puede parecer pequeño pero es descomunal. Para que te hagas una idea, es bastante más grande que la diferencia existente entre el ADN de un chimpancé y el de un ser humano actual. Pero esto no es todo.
Aunque ese 4% de diferencia está repartido entre la mayor parte de los cromosomas de las muestras, el cromosoma alterado más profundamente no es otro que el cromosoma Y. Estoy seguro de que te esperas lo que viene ahora: el ADN post-salto es esencialmente el ADN del Adán cromosómico, nuestro ancestro masculino común, tuyo, mío y de todos los seres humanos actuales.
Además resulta que la información contenida en el nuevo cromosoma Y no es irrelevante; quiero decir que no se refiere al color del pelo y otras zarandajas. El contenido genético modificado del cromosoma Y tras el salto se corresponde únicamente al comportamiento: menores niveles de testosterona y por tanto menor agresividad, mayor implicación en el cuidado de las crías y la capacidad de asociación en grupo, mayor estabilidad en las relaciones…
Pero, como digo casi todos los cromosomas tienen un cambio bastante radical, y tampoco en ellos se trata de algo aleatorio. El nuevo ADN general se corresponde con un fenotipo de frente más alta, mayor capacidad cerebral, modificaciones en la estructura laríngea que posibilitan el habla… imagino que, como a mí, se te están poniendo los pelos como escarpias. Los seres humanos posteriores a esta incursión de ADN –luego veremos por qué hablo de “incursión”– son radicalmente diferentes de los anteriores. Es más: es posible que no tenga sentido hablar de seres humanos “anteriores”, porque estos cambios son los que probablemente nos convirtieron en lo que somos hoy.
El término “incursión” no es mío, sino de Michael Arneson, otro miembro del equipo de Berkeley:
El genotipo post-salto es tan diferente del anterior que no es posible que sea una modificación de él. Tiene sentido hablar de una incursión de ADN externo, inexistente en las generaciones anteriores. ADN “de fuera”.
Pero ¿ADN de dónde? Y, aunque sepamos cuándo, ¿cómo y por qué se produjo el salto? Aquí es donde las cosas se vuelven realmente extrañas. Dado que es el contenido genético de ese cromosoma Y el responsable del cambio, el equipo de Berkeley ha realizado todo tipo de pruebas para intentar encontrar diferencias –más allá de las genéticas– entre el ADN posterior y el anterior a ese momento crucial.
La composición molecular es esencialmente la misma, aunque el orden de las bases nitrogenadas sea naturalmente distinto. Sin embargo el departamento de Física Aplicada de Berkeley se topó con una sorpresa: al analizar la composición isotópica de los átomos presentes en la muestra vieron que era muy diferente de la anterior a la incursión. Por ejemplo, en los estratos más antiguos el ADN contiene alrededor de un 93,3% de potasio-39, uno de los isótopos estables del potasio, y sólo un 6,7% de potasio-41, otro isótopo estable menos común. Esto no es sorprendente porque es la composición isotópica del potasio terrestre.
Sin embargo, el ADN inmediatamente posterior al “salto” contiene un 75,4% de potasio-39 y un 14,3% de potasio-41, una diferencia descomunal. Curiosamente, según se avanza tras el salto la composición isotópica se parece de nuevo mucho más a la “normal”. Pero, dado que no existe lugar en la Tierra en el que los porcentajes de abundancia de los isótopos del potasio –ni otros átomos, porque sucede con varios–, ¿qué pasó hace 50 000 años?
Al examinar tablas de abundancia isotópica, supongo que a los científicos se les quedaría la boca abierta como a ti y a mí: existe un lugar en el que la composición del potasio es 75,3% de potasio-39 y 14,4% de potasio-41. Pero ese lugar no está en la Tierra, ni siquiera en otro planeta de nuestro Sistema Solar. Ese lugar es Tau Ceti, una estrella G8 V –es decir, amarilla como nuestro Sol y de un tamaño muy similar–. ¿Casualidad? No, probablemente no.
La conclusión de Arneson es bastante clara:
Hace unos 50 000 años se produjo una inyección de ADN externo en el ADN pre-humano. La composición isotópica de esa muestra indica que tiene un origen extrasolar y muy probablemente proviene de Tau Ceti, en la constelación de la Ballena y a unos 12 años-luz de nosotros.
Posición de Tau Ceti en la constelación de la Ballena (Torsten Bronger / CC Attribution-Sharealike 3.0 License).
Ahora bien, las siguientes preguntas son obvias: ¿cómo es posible que ADN de origen extrasolar sea compatible con el humano? ¿Cómo es posible que las modificaciones sean exactamente las que nos proporcionaron una inteligencia muy superior a la anterior, el lenguaje y la capacidad de convertirnos en quienes somos hoy? ¿Se trata de algo fortuito?
Una vez más, la respuesta parece ser que no. El Adán cromosómico de hace 50 milenios no puede haber sido fortuito, ni es razonable suponer que fuera un extraterrestre cuyo ADN fuese milagrosamente similar al nuestro – todo tiene pinta de ser algo artificial y planeado. De acuerdo con la doctora Brugher,
Parece necesario aceptar el hecho de que no somos producto únicamente de la evolución. Hemos sido diseñados por una inteligencia no humana.
Pero ¿con qué propósito? ¿Significa esto que hay vida inteligente en Tau Ceti, o simplemente que el material genético fue elaborado allí? ¿Qué tipo de vida sería responsable de una intromisión así en la evolución de otra especie?
No tenemos las respuestas, pero hasta entonces te invito a que leas el artículo de Arneson y Brugher y te formes tu propia opinión. Puedes encontrarlo aquí.
Aviso: Este artículo fue publicado el día 28 de Diciembre de 2013, Día de los Santos Inocentes. Todo lo que has leído es mentira, pero si te ha hecho sonreír, ha merecido la pena.