En esta edición de ¿Has leído…? no voy a recomendar un libro, sino una trilogía, ya que no tiene mucho sentido leer sólo uno de ellos. Se trata de una maravilla que tiene ya años, pero que me parece que merece la pena leer no una, sino varias veces: Heliconia, de Brian W. Aldiss.
Se trata, como digo, de tres novelas que forman un todo, y que fueron publicadas en 1982, 1983 y 1985 respectivamente. Aunque recuerdo haberlas visto muchas veces de niño y adolescente en mis constantes visitas a la librería, nunca me llamaron la atención; además, en mi ignorancia infantil, consideraba que la ciencia-ficción “de verdad” no iba más allá de Asimov, Clarke y poco más. Posteriormente olvidé su existencia, hasta que Geli me regaló la trilogía completa en un solo volumen (al final pondré la edición por si alguien la encuentra) el año pasado, y cuando la leí me dejó de piedra. Pero, ¿cómo pude haberme perdido algo así en los ochenta?
De modo que, para que no te pase a ti, aquí tienes mi aviso. Aunque me parece una obra maestra, creo también que puede resultar lo mismo una delicia que un tostón infumable, según los gustos de cada uno, de manera que intentaré describir el estilo para que sepas, con la mayor seguridad posible, si en tu caso pasaría lo primero o lo segundo.
Aunque la obra es suficientemente compleja como para tener repliegues y matices por todas partes, en mi opinión tiene unas cuantas características que la hacen diferente de la mayor parte de novelas, ya sean de ciencia-ficción o de cualquier otro género.
En primer lugar, no hay protagonistas al uso: el protagonista real es Heliconia, un planeta imaginario similar en algunos aspectos al nuestro (pero muy diferente en otros, y de eso hablaré luego). La trilogía completa recorre varios miles de años de la historia del planeta, de modo que los individuos vienen y van, y lo que permanece como hilo conductor es el proceso de cambio del planeta en sí.
Esto es fundamental no sólo por el hecho de que la historia no es la de un individuo, ni siquiera una nación o una especie, sino del planeta entero, sino porque lo delicioso de leer Heliconia –si te gusta este estilo de literatura– está precisamente en el cuidado meticuloso y el mimo con el que se tratan todos los aspectos del planeta. Uno de los objetivos de Aldiss era inventar un planeta, pero no al buen tuntún, sino de la forma más coherente posible. Para ello buscó la ayuda de varios catedráticos de Oxford (astrónomos, biólogos, geólogos, sociólogos…, de todo), de modo que pudiera documentarse y preguntar dudas para no decir barbaridades.
Tal vez, si eres aficionado a los juegos de rol, alguna vez has intentado crear un mundo imaginario con muchos detalles (cuerpos celestes, estaciones, fauna y flora, sociedades y culturas…). Bien, si tuvieras una mente privilegiada, muchos amigos que fuesen catedráticos en todos los campos y tomases drogas de manera regular para aumentar tu rendimiento, lo que obtendrías sería Heliconia.
Por ejemplo, por hablar de algo que no revienta ninguna historia –pues hay muchas– pero que pone de manifiesto lo que quiero decir, deja que describa brevemente el sistema estelar en el que está el planeta. Es posible que mi descripción te parezca un rollo insoportable y, si es así, no leas el libro. Aunque no está escrito como una enciclopedia (luego hablaré de ese asunto), si estos detalles te dan exactamente igual seguramente no lo disfrutarás; si, por el contrario, se te iluminan los ojos al imaginar la escena y las consecuencias sobre los habitantes de Heliconia, disfrutarás la trilogía como un niño un helado (que es lo que me pasó a mí).
La estrella principal es una súpergigante de tipo A –si no sabes de lo que hablo, a leer, hombre– llamada Freyr por muchos habitantes de Heliconia. Freyr tiene una compañera, una enana de tipo G similar a nuestro Sol llamada Batalix (aunque nuestro Sol es G2 y Batalix es G4, es decir, algo más fría y anaranjada). El centro de masas de las dos está, naturalmente, muy cerca de Freyr, de modo que en la práctica Batalix realiza órbitas elípticas alrededor de Freyr con un período de unos 2 600 años terrestres.
A su vez, el planeta Heliconia (Helliconia en el original, cambiado en la versión en castellano por razones de pronunciación, supongo) orbita Batalix en una órbita más lejana que nuestro planeta alrededor del Sol, de modo que tarda 480 días en dar una vuelta a la estrella. Por tanto, si la única estrella del sistema fuese Batalix, Heliconia sería un planeta bastante más frío que la Tierra, puesto que la estrella es más fría que el Sol y además el planeta orbita a una distancia mayor.
Sistema estelar de Heliconia (de Physics of Helliconia).
Pero claro, Freyr, la súpergigante blanca, lo complica todo. Batalix orbita a su alrededor en una órbita muy elíptica: entre 236 Unidades Astronómicas (UA) y 720 UA. Esto significa que los cambios de temperatura sobre Heliconia se deben fundamentalmente a su distancia variable a Freyr, puesto que las estaciones normales por la inclinación del eje del planeta respecto a la eclíptica de Batalix ((35 grados. ¿Creías que bromeo cuando hablo de los detalles minuciosos?)) son una nimiedad comparado con acercarse y alejarse a una súpergigante de tipo A distancias tan enormes.
De manera que hay una primavera, verano, otoño e invierno normales debidas a Batalix, que se producen en el mismo orden de magnitud de tiempo que nuestras estaciones, pero luego hay estaciones de una duración gigantesca (pues el Gran Año de Batalix alrededor de Freyr es de dos milenios y medio) y efectos muchísimo más tremendos, de modo que el Gran Invierno es más frío que nuestras eras glaciales, y el Gran Verano es más caliente que el más caliente verano de nuestros trópicos. Claro, cualquier habitante de Heliconia nace, vive y muere básicamente durante la misma estación –aunque hay cambios bruscos en determinados momentos de la órbita–, de modo que los efectos se producen sobre generaciones más que sobre individuos.
¡Pero es que aún hay más! Aldiss no sólo construye un sistema estelar detallado en el espacio, sino también en el tiempo. Batalix (con Heliconia a su alrededor) fue capturada por la atracción gravitatoria de Freyr hace tan sólo ocho millones de años, lo cual produjo una catástrofe cósmica que alteró ambos subsistemas estelares, despidiendo cuerpos celestes fuera del sistema y modificando los que quedaron en él. Puesto que ocho millones de años es un abrir y cerrar de ojos en términos astronómicos, estamos hablando de un planeta que orbitaba una enana G pero que, de la noche a la mañana, se encuentra ahora orbitando alrededor de una súpergigante A.
Y aquí es donde se muestra otro aspecto de la construcción mental de Aldiss que me parece increíble: el modo en el que todo se integra con todo lo demás. Hemos estado hablando de astronomía pura, ¿verdad? Pero claro, ocho millones de años es poco tiempo no sólo astronómicamente hablando, sino también evolutivamente. Cuando Batalix fue capturada por Freyr poseía ya vida… vida evolucionada para subsistir en un mundo muy diferente del de ahora. Sin embargo, ocho millones de años es también suficientemente largo para producir cambios evolutivos, de modo que hay formas de vida actuales en Heliconia que no existían como tales antes de su captura, pues se han adaptado a las nuevas condiciones impuestas por Freyr. Parte de la tensión del libro se basa en el conflicto entre estas formas de vida pre-captura y post-captura.
Esto se hace más interesante por el hecho de que tanto unas como otras tienen representantes inteligentes. Al primer tipo pertenecen los phagors o ancipitales, criaturas similares en cierto sentido a los minotauros mitológicos. (no voy a detallarte la biología de sus órganos internos, pero si lees el libro, tarde o temprano aprenderás sobre ella). Al segundo tipo pertenecen los humanos de Heliconia –que se parecen a nosotros pero no por que exista parentesco genético–; por lo tanto, los ancipitales llaman a los humanos hijos de Freyr, y existe gran animadversión entre unos y otros.
Pero esto es sólo un ejemplo del entrelazamiento de disciplinas y hechos: la biología se mezcla con la astronomía, las dos con la sociología… es impresionante, de verdad, aunque no tenga aquí el espacio para dar muchos más detalles (ni quiero destripar las sorpresas, que hay unas cuantas).
El tercer aspecto que me parece notable es el que salva el libro de convertirse en un tostón enciclopédico –aunque, como digo, si no disfrutas de los detalles no tiene sentido que lo leas–: se trata de historias absolutamente personales e inmediatas. No se nos describen los efectos astronómicos o sociológicos de manera abstracta, ni se nos listan especies animales y vegetales y su relación con la geografía del planeta como si estuviéramos leyendo un libro de texto.
No: conocemos a personajes creíbles, con deseos, miedos y esperanzas muy concretos. Conocemos sus historias individuales, aunque la longitud de la trilogía hace que estos individuos lleguen y luego se vayan; de este modo, todo el mundo inventado por Aldiss se nos va revelando según lo hace a los ojos de sus protagonistas, y a veces tenemos falsas concepciones cuando ellos las tienen, para luego descubrir la verdad cuando ellos lo hacen. Cada momento importante en la súper-historia que engloba estos milenios lo vivimos a través de la piel de personajes concretos y sufrimos y nos alegramos con ellos –¡y cómo sufrimos a veces!–.
Puesto que el libro comienza cerca del inicio de la Gran Primavera, la humanidad se encuentra en un estado muy primitivo: las grandes estaciones producen una especie de surgimiento y caída cíclicos de la civilización (no puedo explicar por qué o te fastidio la historia). Por lo tanto, vivimos junto con los habitantes cosas como la primera domesticación, el descubrimiento de la astronomía moderna, el primer telescopio, hipótesis cosmológicas, las primeras naciones… un poco de todo.
Todo está aderezado por la tenue relación entre Heliconia y la Tierra: una estación espacial, Avernus, orbita el planeta y desde ella los terrícolas observamos lo que sucede en Heliconia, el único planeta descubierto por entonces en el que hay vida compleja además de la Tierra. De hecho, puesto que la trilogía recorre milenios, también pasan cosas en la Tierra y en Avernus que son realmente fascinantes, y de las que no puedo hablar por no reventar hilos argumentales.
Hay además algo en la historia que me recuerda un poco a Anochecer, de Asimov, y a Cántico por Leibowitz, de Walter Miller. Se trata del concepto cíclico de la historia, en este caso (como en Anochecer) determinada en gran medida por las grandes estaciones de Heliconia. Sin embargo, aquí también Aldiss huye de lo simple y plano – aunque en Heliconia hay ciclos, no son inmutables, y a lo largo del libro descubrimos que tal vez todo no esté determinado… pero, una vez más, no puedo hablar de esto sin fastidiarte la lectura, así que me callo.
Creo que, a estas alturas, deberías tener ya una idea de si esta gigantesca obra (no lo digo en broma, son mil y pico páginas en total) puede resultarte un placer o un plomo. Si crees que puede gustarte, eso sí, un consejo: ¡paciencia! Es de una longitud tan grande que, al principio, antes de que se vayan desenvolviendo los pliegues, puede parecer decepcionante. Hace falta darle tiempo y dejarse llevar.
La edición que tengo yo es la de Science Fiction Masterworks, que está a la venta por 20€ en Book Depository (que tiene envío gratuito). Otra versión similar más antigua, la de Voyager, está a la venta usado por precios ridículos de menos de 1€ en Amazon UK.
La verdad es que no he conseguido encontrar una versión asequible en castellano; Minotauro las tiene publicadas por separado, pero cada uno cuesta unos 20€, lo que convierte a la trilogía en algo demasiado caro. Sin embargo, para variar, hay multitud de versiones electrónicas piratillas en la red muy fáciles de encontrar.
La consigas como la consigas, mi recomendación es que sea una de las lecturas del verano. A mí me están dando ganas de releerla sólo por escribir esta reseña, ¡ay, si no tuviera otros cinco libros esperándome!