Hace alrededor de un mes os recomendé uno de los libros que más había disfrutado durante las vacaciones, La Tierra permanece, de George R. Stewart. Como dije entonces, se trataba del más corto del que quería hablar, de modo que diera tiempo de leerlo (a quien le apeteciera, por supuesto) antes de la siguiente recomendación. El libro de hoy, en cambio, es largo, larguísimo, un auténtico ladrillo de 775 páginas en la versión que leí yo. Digo ladrillo por la extensión, desde luego: son 775 páginas deliciosas y que no se me hicieron largas en absoluto. El libro en cuestión es Un abismo en el cielo (A Deepness in the Sky en su versión original en inglés), de Vernor Vinge.
Un abismo en el cielo se publicó en 1999 y ganó varios premios, como el Hugo. A pesar de que la historia transcurre en el mismo universo que otra obra del mismo autor publicada unos años antes –Un fuego sobre el abismo (A Fire upon the Deep), del 92–, y hay personajes comunes, no forma parte de ninguna serie ni nada parecido: es, afortunadamente, una historia contenida en el libro. Últimamente cada vez me frustran más las series de libros –Juego de tronos, te estoy mirando a ti, no quiero ni hablar ya de Robert Jordan–, con lo que esto es una ventaja.
Por otro lado, a veces me frustra encontrar una historia bien escrita, con ideas originales y una trama divertida y profunda, pero que no tiene tiempo de desarrollarse y acaba antes de disfrutarla de verdad. Una vez más, afortunadamente éste no es el caso – aunque, como he dicho antes, no se me hizo larga, la longitud de la novela es suficiente para explorar los asuntos planteados en ella sin precipitación. Desde luego, si no te gustan los morlacos de 700 páginas, mejor no te pones con él.
La historia se desarrolla en un futuro lejano: tan lejano que algunas de las cuestiones que se plantean en el libro son del tipo “¿Sufren las civilizaciones planetarias ciclos en los que la propia civilización sufre un colapso que la lleva a una Edad Oscura de la que hacen falta siglos para salir?”. Con esto me refiero a que, en el Universo de Un abismo en el cielo, la humanidad ha colonizado otros sistemas estelares hace tanto tiempo que preguntas como ésa pueden abordarse con una muestra estadística relevante, tanto en número como en duración. Eso te da una idea del alcance del libro.
De hecho, aunque la trama principal transcurre durante unas décadas –lo cual ya es bastante–, varios de los hilos del entramado de la novela vienen de milenios atrás. Afortunadamente, el libro va abriendo su ámbito más o menos gradualmente, desde lo inmediato hacia lo más lejano, de modo que no es como leer una enciclopedia ni nada parecido. Empieza desde lo concreto e inmediato para ir abriendo las miras poco a poco.
Como siempre, intentaré explicar lo que más me ha marcado del libro sin destripar la historia, algo esencial en este caso porque las sorpresas, como veremos en un momento, son una parte crucial de Un abismo en el cielo. Además, de paso te daré un aviso por si lees el libro, de modo que no lo abandones antes de llegar a lo bueno.
El comienzo, en mi opinión, es flojito. Ésa es una de las pegas principales que he encontrado al libro: como un todo es brillante, divertido, a veces incluso adictivo… pero necesita un rodaje para entrar en ese ritmo y atraparte en las páginas. El principio me dejó bastante poco impresionado, pero en cierto modo es el precio a pagar por el resto de la novela.
Me explico: una de las cosas que más he disfrutado de Un abismo en el cielo es el modo en el que, al principio del libro, suceden cosas que parecen inconexas y que no tienen demasiado sentido. El autor, desde luego, lo tiene todo planeado desde el principio, pero los pliegues y repliegues de la historia se van revelando al lector poco a poco. Las primeras páginas del libro, como aún no tienen el trasfondo revelado más tarde, me parecieron ciencia-ficción manida y requetesabida, sin demasiado interés.
¡Qué equivocado estaba! Según avanza la historia, descubrimos que tiene pliegues y repliegues, conexiones que nunca hubiéramos imaginado, implicaciones sorprendentes y vueltas de tuerca realmente muy bien trabadas. En ese aspecto, me admira la habilidad de Vinge (además de su paciencia) para dejar caer cosas, o callar otras cosas, que sólo revelan su importancia cuatrocientas páginas más adelante. Tanto es así que, a partir del primer tercio del libro, de vez en cuando pasaba algo –o se dejaba algo sin contar– que me hacía pensar “Hmmm… tengo que recordar esto, porque tiene que haber una explicación”. Y, efectivamente, tarde o temprano la explicación aparecía.
El principio, como digo, no es muy impresionante: el suceso que desencadena la trama es el descubrimiento de señales de vida tecnológica en un sistema estelar, On-Off, así llamado porque su estrella permanece “dormida”, apenas liberando radiación, durante 215 años de cada 250, para luego “despertar” y permanecer brillando –al principio de manera muy intensa y luego paulatinamente más tenua– durante los otros 35. Puedes imaginar lo interesante de la vida en un lugar en el que la propia atmósfera se congela y “nieva” cada cierto tiempo, haciendo imposible la vida sobre la superficie del planeta durante la mayor parte del tiempo.
Dos grupos humanos se dirigen a On-Off para establecer contacto con la especie alienígena, la primera especie tecnológica descubierta en el Universo por el ser humano a pesar de que, como digo, se trata de un futuro lejanísimo y llevamos ya mucho tiempo buscando. Por un lado, los Qeng Ho, un grupo de comerciantes interestelares; los “buenos de la película” y, con ellos, uno de los personajes que nos sirven de canal para seguir la historia, Ezr Vinh. Por otro, los Emergentes (los “malos de la película”), un grupo totalitario y poco conocido que acaba de salir de una Edad Oscura tecnológica.
Tras los años necesarios para llegar a On-Off –no hay velocidades superlumínicas–, ambas facciones se encuentran en ese sistema estelar, pocos años antes de que se “encienda” la estrella. Hasta ahí, francamente, la historia me parecía no demasiado impresionante. A partir de ese encuentro, el libro me divirtió muchísimo y disfruté como un niño.
Se trata de uno de esos libros en los que hay muchos personajes importantes: pero, dada la longitud, se nos van presentando a un ritmo aceptable, de modo que nunca me encontré preguntándome quién demonios era cada uno. Algunos de ellos son Qeng Ho, otros son Emergentes, y otros son nativos de On-Off. La perspectiva pasa de unos a otros de un modo razonablemente fluido, y se presenta con la suficiente subjetividad como para que podamos comprender la diferente visión que tiene cada uno del mundo, mientras que de forma inevitable despierta en nosotros simpatía por unos personajes y una enorme antipatía por otros.
Y Vinge es muy bueno haciendo eso. No se trata de uno de esos libros de ciencia-ficción especulativa, en la que divagar sobre las consecuencias de tal o cual tecnología de un modo intelectual –aunque también haya de eso–. Poco a poco me encontré odiando mortalmente a algunos personajes, temiendo muchísimo por la vida de otros, sufriendo con ellos y desarrollando un afecto por algunos, como Sherkaner Underhill (de quien no diré más para no destripar nada, pero recuerda el nombre), que me sorprendió a mí mismo siendo un simple libro. No son personajes planos –algo de lo que adolece mucha ciencia-ficción–, sino complejos e interesantes.
Además de los personajes, Vinge es estupendo creando una respuesta emocional en el lector. No te da igual lo que pase, ¡ya lo creo que no! ¿Recuerdas cómo, cuando eras niño y veías una representación de marionetas, intentabas avisar a alguna de ellas de que había un monstruo detrás, o cosas así? Pues ése es exactamente el sentimiento que me surgió de vez en cuando al leer el libro. Ese “¡NooooOOOoooOOOoooooo!” según se acerca lo que parece –y a veces es– inevitable.
Pero, siendo ciencia-ficción de la buena, también aborda las cuestiones hipotéticas que tanto hacen disfrutar de este género: la naturaleza del código de los programas acumulados durante milenios, el conflicto entre tradición y modernidad, el fin y los medios, las consecuencias del relativo aislamiento de enclaves interestelares en un Universo sin viaje hiperespacial, las propias consecuencias de la diferencia entre el tiempo de viaje propio de las naves y el transcurrido en los mundos entre los que viajan… otra vez, la longitud de Un abismo en el cielo es la suficiente para que no haya un único asunto, sino varios, y tiempo para desarrollarlos satisfactoriamente.
Si algún “pero” puedo poner al libro, aparte del comienzo, es que en algunos aspectos es razonablemente “duro” en cuanto a la ciencia se refiere, mientras que en otros pega unos saltos cuasi-mágicos que me dejaron un poco decepcionado. Sin embargo, la diversión mientras lo leí, las sorpresas y emociones, lo enrevesado y bien hilado de la trama y lo que me hizo pensar mientras lo leía compensan con creces esas pequeñas pegas. Se trata de un libro que recomiendaría sin dudar a cualquier amante de la ciencia-ficción de cualquier tipo: son horas de abstracción en otro mundo.
Sin embargo, ¡ay de mí!, no he conseguido encontrarlo en español de forma legal para poder dejaros un enlace. Ha habido ediciones como la de Ediciones B (ISBN 978-84-666-0862-6), pero que yo sepa está actualmente descatalogado en castellano. Como siempre, seguro que se puede descargar gratuitamente y, como siempre, recomiendo comprarlo cuando sea posible – no lo he encontrado en castellano ni siquiera de segunda mano, desgraciadamente, pero os dejo el ISBN por si alguien lo localiza de ese modo.
Para quienes os manejáis en inglés, dos opciones, una bastante más cara que la otra. Si queréis que Amazon nos meta dinero en el bolsillo –creo que nos llevamos un 10%– podéis comprar, en Amazon España, un monstruaco de unas mil páginas con esta novela y la otra que mencioné al principio, A fire upon the deep, que también es muy buena, a través del enlace de la derecha.
Una opción mucho más económica es comprarlo de segunda mano; en Amazon USA lo tienen por un miserable dólar mientras escribo esta entrada.
Hagas lo que hagas, si tienes tiempo y ganas, es un libro que no te deberías perder.