Como sucedió el año pasado, en vacaciones tengo tiempo de leer como me gusta: obsesivamente. Y, como el año pasado, tras las vacaciones os dejo mi opinión sobre los dos o tres libros que más me han hecho disfrutar. Hoy quiero hablar del más corto de los dos que me han parecido extraordinarios, para que, si a alguno le pica el gusanillo tras leer mi opinión, le dé tiempo a leerlo antes de que recomiende el siguiente en un par de meses.
El libro de hoy es La Tierra permanece (Earth Abides en el idioma original), de George R. Stewart, y fue publicado en 1949. Si nadie me hubiera dicho el año de publicación, sin embargo, hubiese pensado que era mucho más moderno – merece la pena no olvidar, para juzgar y disfrutar el libro, que fue publicado tan sólo cuatro años después del final de la Segunda Guerra Mundial, en los inicios de la Guerra Fría. Veremos si puedo expresar las razones por las que me parece un libro indispensable –siempre sin destriparlo, por supuesto–.
El texto propiamente dicho –salvo una cita de la que hablo en un momento– empieza de un modo que deja bien claro qué tipo de historia vas a leer:
Y, en esta emergencia cesa desde ahora, excepto en el distrito de Columbia, el Gobierno de los Estados Unidos. Los funcionarios y los oficiales de las Fuerzas Armadas pasan a depender de los gobernadores de Estado, o de cualquier otra autoridad local. Por orden del Presidente. Dios salve al pueblo de los Estados Unidos…
Se trata, efectivamente, de un libro post-apocalíptico, como también lo era una recomendación de hace mucho tiempo, Cántico por Leibowitz, aunque el de hoy es bastante anterior a Leibowitz y a prácticamente todos los libros del subgénero “post-apocalíptico”. A pesar del momento en el que fue escrito, La Tierra permanece no tiene guerras, ni armas nucleares, ni nada parecido como desencadenante del Fin, sino algo diferente, como aparece en la cita que precede al primer capítulo:
Si hoy apareciera por mutación un nuevo virus mortal… nuestros rápidos transportes podrían llevarlo a los más alejados rincones de la tierra, y morirían millones de seres humanos. W.M. Stanley, Chemical and Engineering News, 22 de diciembre de 1947
Así es básicamente el comienzo de la historia: la inmensa mayoría de los seres humanos han sucumbido a una plaga y sólo algunos, resistentes a ella, han logrado sobrevivir. El protagonista, Isherwood Williams, se encuentra aislado del mundo durante el breve período que dura la catástrofe, y se ve expuesto a la plaga de una manera peculiar, de modo que sobrevive a ella.
El resto de la historia sigue a Isherwood, “Ish”, a lo largo de su vida en un mundo cuya civilización ha caído y cuya población se ha reducido a una fracción insignificante de lo que era antes. Ish es un tipo solitario, racional y muy observador; tiene matices, contradicciones y recovecos que lo convierten en algo muy poco común (al menos, en mi experiencia): un protagonista interesante y complejo. A través de su mirada y pensamiento exploramos la realidad tras la catástrofe, sin aspavientos ni melodrama, sino de un modo sosegado pero que, al menos en mi caso, llega a emocionar – digo que no es melodramático, pero eso no significa que sea a veces terriblemente duro.
De hecho, ésa es una de las cosas que más me ha quedado tras terminar el libro y dejar pasar unas semanas: es un libro que me ha emocionado varias veces, nunca de una manera exagerada pero sí con calado. Es una obra sutil, de ésas en las que no puedes señalar una moraleja (¡afortunadamente, porque odio las moralejas!), pero que te hace pensar sobre muchas cosas distintas; cosas que importan. Siento repetirme, pero debo decir lo mismo que dije de El nombre del mundo es bosque de Ursula K. Le Guin: no sé qué es exactamente lo que enseña el libro. Sí sé que enseña algo; y también que, si pudiera explicar con palabras lo que enseña, no sería algo tan grande como es en realidad.
No es uno de esos libros post-apocalípticos en los que la clave de la historia es la acción y la aventura: no hay terribles enemigos singulares a los que derrotar, ni hay buenos y malos al uso, ni hay un hilo argumental con nudo, desenlace y fin. No, la cosa no va de eso. Tampoco es ciencia-ficción con robots y alienígenas, ni máquinas complicadas, ni nada parecido; es más, lo único ciencia-ficcionesco de todo el libro es la plaga que barre la especie humana del planeta en su casi totalidad, y lo demás es de lo más mundano que se pueda imaginar.
Como El nombre del mundo es bosque, se trata en parte de ciencia-ficción “social”: ¿qué sucedería con los supervivientes como sociedad? ¿cómo intentarías tú, si fueras Ish, sobrevivir del modo más eficaz posible y cómo te relacionarías con los demás? ¿qué tipo de grupos y mini-sociedades surgirían, si es que surgiera alguna?
El libro explora todas estas preguntas en varias fases: durante la juventud, madurez y vejez del propio Ish, y está estructurado en esas tres grandes partes. A veces se nos relatan los hechos con gran detalle, como justo en los primeros momentos tras la catástrofe; otras, se nos cuenta lo que ha sucedido a lo largo de varios años. Siempre se mantiene a Ish como nuestros ojos, y la identificación con él puede llegar a ser intensa: no es una exploración aséptica de las preguntas que he mencionado antes, sino algo personal e inmediato.
Y es que el largo período de tiempo que recorre el libro, en mi caso, hizo que muchas de las reflexiones que me surgieron no fueran simplemente abstractas y “sociológicas”, sino también profundamente personales y con una buena cantidad de carga emocional. El paso de la vida, lo que dejamos en ella, el proceso de envejecer, los cambios a nuestro alrededor y nuestro papel en ellos… son demasiadas cosas para mencionar aquí, pero fueron muchas. No tengo hijos, pero si los tuviera estoy convencido de que hubiera habido aún más movimiento en mi cabeza. Como digo, el libro es bastante más profundo de lo que sugiere la simple historia.
Desgraciadamente, creo que está descatalogado en castellano; veo únicamente un ejemplar en español en Amazon por 8,51€, pero seguro que en bibliotecas lo tienen. En inglés está por todas partes y a precios muy razonables, como esta versión si estás en España, por 4,78€ o esta otra desde el otro lado del charco por $7,84. También existe, como siempre, en forma de descarga en varios sitios de la red; sin embargo, también como siempre, no voy a poner aquí el enlace – cualquiera puede encontrarlo fácilmente y me gusta más la idea de comprar los libros, siempre que sea posible, desde luego.
En cualquiera de los casos, me parece un libro que merece mucho la pena leer y, seguramente, releer con calma. Yo aún lo estoy digiriendo…