¿No? Pues léelo. Ahora.
Tras la versión corta de mi crítica sobre el libro, vamos con la más detallada.
En la última entrega de ¿Has leído…? os recomendé Raft, de Stephen Baxter, y prometí que os hablaría de algún libro más que había descubierto durante el verano. El de hoy ha sido, sin duda, mi favorito de las vacaciones, y tal vez de los últimos años. Tiene sus años, pero yo nunca lo leí de chaval y lo he descubierto ahora; de modo que tal vez lo conozcas ya, pero si no es así y no te apetece leer mis rollos, puedo resumir mi opinión muy mucho: Cómpralo. Ahora. Hablaremos de La paja en el ojo de Dios, de Larry Niven y Jerry Pournelle.
Como ha sucedido antes en estas recomendaciones, no puedo contar tanto como me gustaría (y podría estar hablando de este libro horas, así de chicha tiene). Uno de los mayores placeres de leerlo es que la información se va revelando poco a poco, hay sorpresas, giros en el argumento, y destriparlo restaría mucho al disfrute de su lectura. Afortunadamente, la premisa del libro es clara casi desde el principio y no hay problema en hablar de ella, así como algunos de los matices más interesantes de la novela, excepción hecha del misterio central que no puedo desvelar.
Básicamente, La paja en el ojo de Dios es una novela sobre el encuentro de la humanidad con una especie extraterrestre. Hay muchas, muchísimas acerca de esto, pero en este caso se trata de una auténtica obra maestra. Desde luego, para gustos hay colores, pero no exagero si digo que, si te gusta la ciencia-ficción razonablemente “dura” y el encuentro con extraterrestres, este libro es sin duda uno de los más sólidos e interesantes escritos sobre el asunto. Ése es el propósito de Niven y Pournelle –de cuyas colaboraciones hablaremos en un momento–, y lo consiguen estupendamente bien: contar esa historia tantas veces contada de encuentro con alienígenas, sin caer en el tópico, sin mostrarnos alienígenas con apariencias extrañas pero básicamente iguales que nosotros, de una manera bastante realista –dentro de la ciencia-ficción, por supuesto– y planteándonos en la historia dilemas morales y preguntas realmente interesantes. Pero vamos con los detalles.
Un pequeño aviso: mi copia del libro estaba en inglés, como los demás libros de Pournelle y Niven que he leído. He intentado traducir los términos a los empleados por las versiones de los libros en español (_moties = pajeños, CoDominium = CoDominio, etc.), pero es probable que en alguno haya metido la pata. Si es así, decídmelo y lo corrijo sin problemas._
El libro, un buen tocho de más de quinientas páginas, fue escrito en 1974, y su título es un juego de palabras sobre una conocida frase que aparece en varios evangelios (“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?”), que hace referencia a una estructura astronómica visible desde la región de la Galaxia en la que transcurre la historia. Se trata de una colaboración entre Larry Niven –que volverá a aparecer pronto en esta misma serie– y Jerry Pournelle; ambos han escrito varios libros juntos, aunque en mi opinión ninguno a la altura de éste, no porque los otros no sean generalmente malos, sino porque éste es extraordinario.
La primera diferencia con las historias de encuentro alienígena típicas es la época en la que transcurre la historia: el año 3017. La fecha específica da igual, pero la idea es que no encontramos la primera especie alienígena hasta que nos hemos expandido a otros sistemas estelares, tenemos tecnología mucho más avanzada que la actual, etc. De hecho, todo se desarrolla en el Universo del CoDominio de Jerry Pournelle, quien ya había esbozado muchas de sus características en otros dos libros anteriores –y luego seguiría detallando tras éste– Los autores estaban interesados en centrarse en la especie extraterrestre y nuestra interacción con ellos, no en crear un Universo entero en el libro, de modo que aprovecharon el trasfondo creado ya por Pournelle para introducir el encuentro en él.
De hecho, uno de los matices más interesantes del libro, que tendrá luego relación con el núcleo de la historia, es el propio CoDominio de Pournelle. La idea es que, en un momento dado, la humanidad acaba regida por un gobierno férreo resultado de la alianza entre los Estados Unidos y la Unión Soviética –recuerda que el libro está escrito en plena Guerra Fría–. El Imperio del Hombre así formado tiene como emblema una combinación del águila calva y la hoz y el martillo, y a su cabeza hay un Emperador hereditario. Antes de que empiece este libro, el CoDominio se ha desintegrado bajo guerras de secesión y, posteriormente, ha surgido un Segundo Imperio que es una monarquía constitucional, pero que sigue gobernando la humanidad con un puño de hierro.
¿Por qué digo que es un matiz interesante? Porque en la época en la que discurre La paja…, el Imperio es complejo y plantea dilemas morales profundos. Por un lado, es difícil simpatizar con un gobierno tan autoritario y militarista como el descrito por Pournelle. Por otro, las cosas no son en blanco y negro como sucedería unos años después en La Guerra de las Galaxias, en la que el Imperio es inherentemente malvado: no, el de Pournelle es eminentemente práctico, hasta sus últimas consecuencias. Para mantener la paz de una humanidad extendida por muchos sistemas estelares y devastada por constantes guerras anteriores, el Segundo Imperio utiliza medios extremadamente violentos y expeditivos. “¿Puede ser alguna vez la guerra la respuesta correcta a un problema?” Ésa es una de las preguntas que aparecen, de forma repetida, en los libros del CoDominio de Pournelle. Para quien, como yo, creció maravillado por el “La violencia es el último recurso del incompetente” de la Fundación de Asimov, se trata de un libro que cuestiona cosas que están muy profundamente asentadas en la cabeza.
El segundo aspecto en el que no es una historia típica de encuentro con otra especie inteligente es en los tiempos. Lo habitual suele ser, en este tipo de libros, que gran parte de la historia establezca pequeñas pistas de que algo no encaja, de que “hay alguien ahí fuera”, y poco a poco se llegue al punto culminante: el encuentro. ¡Aquí no! Tras introducir algunos personajes que serán los principales en la historia, ¡zas!, encuentro al canto. Lo que interesa a Pournelle y Niven no es la búsqueda de pistas, ni el crescendo hasta ver con maravilla la especie alienígena. Lo interesante para ellos es qué pasa después del encuentro.
No se trata tampoco de un encuentro entre especies de niveles tecnológicos tan diferentes como suele suceder: es, dentro de ciertos límites, un encuentro entre iguales. Los matices también están presentes aquí: el nivel tecnológico no es una magnitud mensurable; hay aspectos en los que los pajeños (la especie extraterrestre, que proviene de la Paja del título) son inferiores tecnológicamente a nosotros y otros en los que nos dan sopas con honda. Pero la tecnología, aunque desempeña cierto papel en la historia, tampoco es su centro; una vez más, es la interacción tras el encuentro lo que interesa a los autores.
Esto no quiere decir que no haya tecnología descrita con bastante detalle, y con cierto rigor. Los dos avances tecnológicos más fantasiosos que aparecen en la historia son el Campo de Langston y el Motor Alderson (ambos nombrados en honor a sus descubridores), que básicamente son un campo de fuerza impenetrable y un motor hiperespacial. Pero, ¡un momento! Antes de que arquees la ceja ante cosas que recuerdan a Star Trek y similares –que, calidad aparte, no son precisamente ciencia-ficción dura–, aquí también hay matices y ambos están tratados de una manera deliciosa para los amantes de la Física.
El Campo de Langston es una envoltura que rodea a un objeto y actúa como cuerpo negro, es decir, absorbe toda la radiación incidente, y además hace lo propio con materia incidente, deteniéndola respecto al campo cuando impacta con él. ¡Pero en este libro se respetan las leyes de la Termodinámica! Según el campo absorbe radiación o energía cinética, aumenta la temperatura del cuerpo negro y la frecuencia de la radiación emitida. Para enfriarse, el campo debe emitir radiación –cuanta más, mejor–, y según se calienta cambia de color según ésta se hace más y más energética, hasta que pasado cierto límite el campo se colapsa. Si el campo se expande mucho, emite una potencia mucho mayor, lo cual es bueno… pero al mismo tiempo absorbe más radiación si está bajo ataque, lo cual es malo. ¡Matices, matices!
Lo mismo pasa con el Motor Alderson, que sólo funciona en los Puntos de Alderson entre los que puede viajarse de forma instantánea. La idea, como ves, es la de viajar por una suerte de agujeros de gusano, aunque detectarlos no es fácil. El matiz interesante aquí es el hecho de que la posición de los Puntos de Alderson en los distintos sistemas estelares depende de la curvatura del espaciotiempo, de modo que cualquier cambio mensurable en las estructuras astronómicas puede modificar su posición.
En el resto de cosas, la Física se trata también con un respeto razonable. No hay gravedad artificial, con lo que las naves pueden establecer un giro sobre su eje para simularla. Más interesante es el hecho de que sus movimientos se tratan con detalle y bastante precisión: las naves se mueven a lo largo de geodésicas salvo que sus motores les impartan una aceleración, lo que puede afectar a los tripulantes. Es más: en el caso de las naves civiles, aunque creo recordar que no se menciona el nombre explícitamente, para conservar combustible y mantener la comodidad, suelen emplear órbitas de Hohmann (de las que hemos hablado en El Sistema Solar alguna vez), mientras que en cierta parte de la historia una nave militar mantiene una aceleración de 4g durante bastante tiempo, con los consiguientes problemas para tripulación y pasajeros –aunque las naves de ese tipo están preparadas para hacerlo lo menos incómodo y peligroso posible–. Es posible que, si no te interesan estas cosas, te parezca excesivo el detalle con el que se describen las operaciones navales… pero, incluso si es así, estoy seguro de que todo lo demás merecerá la pena.
Tecnología aparte, otro de los placeres de leer el libro es la descripción de los pajeños. Niven y Pournelle nos los van descubriendo poco a poco, y se nos revela una especie alienígena “de verdad”: su biología, su evolución, su psicología, su sociedad, su tecnología y su ciencia, todas relacionadas unas con otras de una manera lógica, interesante y, ¡sí!, llena de matices. No son monstruos, ni tampoco ángeles espaciales, son –como nosotros– el resultado de sus circunstancia y su pasado. Aunque sea el núcleo de la historia, no quiero desvelar nada acerca de ellos porque no quiero arriesgarme a fastidiarte alguna sorpresa, y hay unas cuantas. Se nota muchísimo la mano de Niven en esto, porque es un auténtico maestro en crear este tipo de cosas y no caer en el “hombrecillos verdes pero, básicamente, hombrecillos”. ¡No señor!
Los personajes humanos no son tan interesantes como los pajeños; no es ése el fuerte de Pournelle ni de Niven. La historia romántica es predecible y, en mi opinión, algo aburrida, y el comportamiento de algunos de los humanos me parece menos realista que el de los alienígenas, aunque parezca extraño. Sin embargo, sí aparecen personajes memorables: el Almirante Kutuzov, fácil de odiar pero lleno de los matices propios del CoDominio, el sagaz y sinvergüenza Kevin Renner –sin duda, mi personaje favorito–, y el sinuoso comerciante Horace Bury, cuya religiosidad –es un musulmán devoto– proporciona, una vez más, interesantes giros y sutilezas a la historia.
En lo que sí me parece interesante el desarrollo de los personajes es en el hecho de que, aunque el lector se identifique más con algunos de ellos, todos cometen errores –algunos muy graves– en la historia, y casi todos tienen posturas moralmente cuestionables (repitamos juntos, “¡matices, matices!”). Incluso quienes exponen ideas morales que, de primeras, nos parecen estupendas, a veces sus decisiones llevan a consecuencias graves. No hay héroes en blanco y negro; como suele pasar, sin embargo, el personaje principal –Roderick, Lord Blaine– es en mi opinión el más soso de todos… pero afortunadamente es una obra en la que ningún personaje es el centro de la historia, sino que lo es la relación entre especies y las decisiones a tomar al respecto.
Siento que, como siempre, no pueda detallar más el libro. Si te fías de mi criterio, da igual si he conseguido expresar por qué es un clásico que todo amante de la ciencia-ficción y, especialmente, de los encuentros con extraterrestres, no debería morirse sin leer: simplemente consigue el maldito libro. Creo que hay varias ediciones en castellano –aunque, como siempre, si puedes leerlo en inglés recomendaría esa versión en lugar de traducciones–. Una búsqueda rápida me enseña que Minotauro lo tiene (ISBN 9788445074657), aunque es carete, pero seguro que hay muchos ejemplares de segunda mano por ahí, es la ventaja de que sea un libro publicado originalmente hace más de treinta años. En Amazon.com lo estoy viendo ahora mismo desde $1,24 usado.
Sin embargo, si tienes un lector de libros electrónicos y puedes leer en inglés, mi recomendación sin dudar un momento es que lo compres en Baen Books, que lo ofrece por cinco miserables dólares. Baen es siempre un lugar de referencia para mí, porque –como nosotros mismos– publican sus libros sin DRM, lo que significa que el libro es realmente tuyo, en vez de adquirir básicamente el permiso de leerlo bajo ciertas condiciones como sucede con casi todas las editoriales de libros electrónicos. Serán los mejores cinco pavos –¡o menos, si pagas en leuros!– que hayas gastado en los últimos tiempos, créeme.
Por cierto, años después de La paja en el ojo de Dios, los autores publicaron una secuela de cuyo nombre no quiero acordarme. Esa secuela es bastante mala, y mi recomendación encarecidísima es que no la leas. Tras el maravilloso sabor de boca que me dejó este libro, el otro me amargó el dulce… ojalá pudiera volver hacia atrás en el tiempo y no haberlo leído, pero al menos así puedo prevenir a otros para que no cometan el mismo error.