No sé si esta entrada será el inicio de una serie esporádica, o se quedará en agua de borrajas, pero me apetecía escribir una historia de ciencia-ficción breve, brevísima, así que aquí la tenéis. Si visitas El Tamiz exclusivamente por la divulgación, mejor te saltas esta entrada (que menciona cosas de las que hemos hablado aquí hace tiempo en plan divulgativo, pero no tiene el propósito de divulgar ciencia). Por si la inspiración me permite escribir alguna otra cosa parecida en el futuro, he creado la categoría Microhistorias para albergar entradas de este estilo. Pero tampoco os preocupéis, que esto no va a convertirse en una bitácora de ficción ni mucho menos.
Por cierto, digo ‘ciencia-ficción’, pero es un género muy amplio. Se trata en este caso de algo en el estilo de Asimov (¡salvando la abismal diferencia entre su talento y el mío, claro!): diálogo, razonamiento y pocos efectos especiales. Digo esto para que no esperéis La Guerra de las Galaxias ni nada parecido. ¡Al menos es corta, con lo que no dará tiempo para aburrirse leyendo!
¡Agradecimientos a Macluskey y Proyecto#194, que me han ayudado a pulirla todo lo que han podido!
Simulacro
‘El Nobel es mío, Stanislaw. Pero no es por eso que te he despertado. Hay algo más importante.’ _Eran las tres de la madrugada, y los ojos de Janos Sándor revelaban que no había dormido en toda la noche. Ante él, Stanislaw Klotz, el matemático polaco más grande del último siglo, se ajustaba la bata con la que se había vestido precipitadamente, tras la llamada de Sándor a su habitación del hotel en el que ambos se alojaban como asistentes a un congreso. _
‘¿Más importante que el Nobel? Pero ¿qué tontería es ésa?’, sonrió Klotz, como siempre, de buen humor, mientras se retiraba el pelo lacio y rubio de la frente. ‘Llevas trabajando sobre este asunto más de diez años, Janos… ¿has resuelto la ecuación? Ayer mismo dijiste que te rendías.’ _
Sándor asintió taciturno._ ‘Sí, está resuelta… y todo encaja. Las ecuaciones predicen los resultados de los experimentos del año pasado con una precisión incuestionable. Y no hay lugar a dudas: el espacio está cuantizado, lo mismo que el tiempo.’
‘¿Y los tamaños?’
‘Los de Planck, con una minúscula variación: 1.6162529·10-35 metros y 5.3912431·10-44 segundos. No… no hay nada más allá.’
‘¡Fantástico!’, exclamó Klotz. ‘¿Cuándo vas a publicar? Esto va a ser un palo para muchos… la Física no volverá a ser lo que era. ¡No puedo creerlo, soy amigo del próximo Nobel de Física!’ Como solía suceder, el entusiasmo y optimismo de Klotz contrastaban con el carácter huraño de su amigo. Era común verlos paseando juntos mientras discutían: el físico, con las manos en los bolsillos y mirando al suelo; el matemático, gesticulando agitadamente con las manos y sonriendo todo el tiempo.
‘No lo sé’, respondió Sándor seriamente. ‘Pero ésa no es la cuestión. Después de resolver la última ecuación, y de que todo tomase sentido, empecé a pensar… y todo encaja, Stani. Todo encaja demasiado bien.’
El polaco arqueó las cejas. ‘¿Demasiado bien? ¿No debería encajar?’
‘No, no me refiero sólo a las ecuaciones. ¡Ojalá fuera eso! ¿Recuerdas lo que siempre hablamos del Principio Antrópico?’
‘Janos, llevamos años discutiendo de eso en el café, ¿cómo no me voy a acordar? Decenas de veces me has hecho la misma pregunta: ¿por qué las constantes universales tienen los valores que tienen? Si la constante de estructura fina o la de gravitación fueran diferentes de lo que son, la vida como la conocemos sería imposible. Yo siempre te he respondido lo mismo: si estamos aquí para preguntarnos eso, ¡por supuesto que deben tener valores compatibles con la vida, o no habría nadie para preguntarse nada! Y, aunque te enfades conmigo si lo menciono, puede que Dios lo haya querido así, y haya diseñado a propósito un Universo en el que podamos existir. ¿Qué tiene que ver esto con la cuantización del espacio?’
‘Deja que siga y lo verás, Stani. Considera esto: es imposible conocer en su totalidad la información sobre el Universo. Cuando miras las cosas “de lejos”, todo parece sólido y real, y todo se comporta como debería. Pero, cuando empiezas a acercarte a las cosas, a intentar conocer exactamente cómo son, es como si todo se volviera borroso. Como si todo fuera un escaparate o un cuadro impresionista, hecho para verse desde lejos. Como si todo… como si todo fuera una farsa.’
‘Si te refieres a la mecánica cuántica, no es que sea un experto como tú, pero yo no lo llamaría una “farsa”. La naturaleza cuántica de la materia es algo que nunca he terminado de entender pero, aunque tu descripción me parece correcta al principio, extraes conclusiones que me parecen precipitadas. ¿El Universo, un escaparate o un cuadro? No me digas que, a tus años, has visto la luz y vas a hacerte creyente.’ La religión era un asunto del que Klotz (católico practicante) y Sándor (ateo convencido) habían discutido a menudo de manera amigable. Klotz sonrió.
‘No te rías, porque no es cosa de broma’, respondió el físico. ‘La naturaleza cuántica no sólo hace que sea imposible ver las cosas en su totalidad. También hace que sea imposible conocer la evolución futura del Universo: sólo es posible determinar probabilidades, no certezas. Es como si… vas a reírte de mí otra vez, pero es como si alguien estuviera jugando a los dados. Como si no quisiera saber lo que va a suceder, sino probar diferentes posibilidades o simplemente divertirse.’
‘Me lo pones demasiado fácil, Janos: ¿Vas a decirme que Dios sí juega a los dados?’
‘Pues es menos estúpido de lo que suena. Cuando he visto la última ecuación completa, es como si todo encajase en mi cabeza: ¿has visto los programas de simulación de supernovas de tipo I de McKenzie?’
‘Claro que sí… ¡ese pomposo hijo de puta! Se los enseña a todo el mundo desde que ganó el Premio.’
‘En sus simulaciones, el espacio está dividido en celdas cúbicas de un kilómetro de arista. Claro, parece mucho, pero cuando modela un objeto de tamaño astronómico y lo miras de lejos, parece real, y los resultados son extraordinariamente precisos. Y lo mismo hace con el tiempo: su programa resuelve las ecuaciones diferenciales de flujo cada minuto, y construye el siguiente paso de la supernova, dibujándola de nuevo en el espacio. Sí, ya sé que un minuto parece mucho…’
’… pero en la escala de tiempos en la que se produce la supernova es muy poco’, interrumpió Klotz. ‘Sí, a mí también me ha contado todo eso. Ya veo a dónde quieres ir a parar.’
‘Pues sí.’
‘¿Matrix?’ Una vez más, Klotz se sonrió y, una vez más, Sándor frunció el ceño.
‘No, menuda estupidez… si estamos dentro de una simulación, no hay manera de tomarse una pastilla y poder ver el mundo real. Porque, para empezar, tal vez tú y yo no existimos salvo como simulación. Tal vez ahí fuera no exista nada de nada de lo que conocemos.’
Klotz guardó silencio, mirando a su amigo, probablemente la persona más inteligente que conocía.
‘¿Esto no es una broma? ¿De verdad crees que estamos en una simulación?’
‘Desde que vi la ecuación completa ayer, no me cabe la menor duda. Sé que no hay manera de probarlo, pero el carácter discreto del tiempo y el espacio me han convencido de ello, junto con todo lo demás. Es como si hubiera comprendido de repente cómo los huecos entre instante e instante están vacíos para que se produzca el próximo ciclo de refresco, el próximo “redibujar” de todos y cada uno de los “píxeles” del Universo. Desde luego, son píxeles minúsculos: 10-35 metros y 10-44 segundos. Son tan, tan pequeños comparados con lo que podemos experimentar que el mundo nos parece continuo. Pero simplemente estamos mirando una especie de pantalla de televisión con una resolución mayor de lo que podemos imaginar, y con un tiempo entre fotogramas igual de ridículo.’
‘Una resolución mayor de lo que nunca hubiéramos podido imaginar… hasta ahora’, interpuso Klotz. ‘Ha hecho falta un genio como tú, y la tecnología actual, para poder llegar a tal precisión que se haga evidente que hay “huecos” entre los puntos y los instantes. Pero lo demás ya lo sabíamos: el Principio Antrópico, la naturaleza probabilística de los sucesos, lo “borroso” de la cuántica…’
‘Sí, pero es esa maldita ecuación del tiempo cuantizado la que me ha hecho pensar en ello. No dejo de pensar en que, entre dos latidos de mi corazón, algo en alguna parte está realizando 1044 pasos de cálculo, redibujando cada píxel del Universo con tal precisión que ni siquiera me doy cuenta al mirar a mi alrededor.’
‘De acuerdo, Janos. Supongamos por un momento que tienes razón, y que esto es una simulación. ¿Te das cuenta de la magnitud que tendría que tener el ordenador? Con ese tamaño de ‘píxel’, como tú dices, ¿cuántos caben en el Universo? ¿cuántos cálculos habrían hecho falta para llegar hasta aquí desde el Big Bang? Me parece imposible.’
‘Muchísimos, claro, pero ¿qué más da? Te parece que hace falta una potencia de cálculo imposible… ¿comparada con qué? ¿con cosas de nuestro Universo? Pero si esto es una simulación, ¿cómo sabemos lo que hay “fuera” desde “dentro”? Tal vez somos una mota de polvo que dura un instante allí fuera. Ni siquiera sé ya si el tiempo es el tiempo que percibimos o qué es: tal vez toda la vida del Universo haya transcurrido en cálculos consecutivos en minutos de “fuera”, o tal vez la simulación haya empezado ayer mismo con la estructura precalculada hasta entonces… ¡ay! ya me duele la cabeza.’
‘No lo sé. A estas horas de la madrugada, con el sueño que tengo y lo persuasivo que tú eres, casi me convences. No sé para qué podría servir una simulación de esta magnitud, ni siquiera si es relevante que lo sea o no – si vivimos de igual modo, ¿qué más nos da si somos reales o no?’
‘Y dale que te pego: cuando dices “de esta magnitud” lo estás comparando con lo que conoces, que es todo de “dentro”. Tal vez se trate de una simulación científica de gran magnitud… o tal vez simplemente de un juego, o uno de miles de millones de juegos similares. Tal vez se trate de una prueba, o de cualquier otra cosa sin importancia para el mundo… iba a decir “real”. Para el mundo “de fuera”, lo que quiera que eso quiera decir.’
El polaco sonrió de nuevo. _‘Insisto, Janos: ¿qué más da? Si nuestros sentidos perciben, y nosotros experimentamos, de una manera que hace del Universo simulado –si lo es– indistinguible de uno real, no veo problema alguno. Sí, tal vez tus ecuaciones y nuestros aparatos científicos sean tan extraordinarios que ven la granularidad y resulta evidente la simulación, pero ¿qué más nos da eso a nosotros como personas? ¿Janos?’ _ Pero el otro se había quedado callado y muy serio, pálido, mirando a su amigo sin decir nada.
‘¿Qué diablos te pasa, hombre? ¡Tampoco he dicho nada ofensivo!’
‘No.. no… pero estoy pensando otra cosa: no sabemos para qué puede servir nuestra simulación, si lo es, ni la importancia que tiene, ni cuántas parecidas hay con parámetros similares o diferentes. Pero, si lo es de verdad, es posible que sólo sea útil como simulación de un Universo real. Me pregunto si eso importa: si el hecho de que seamos conscientes de que no es real lo invalida como simulacro. Me pregunto si hay algún automatismo q’
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