En la serie Falacias tratamos de desmontar mitos e ideas falsas más o menos extendidas utilizando el razonamiento lógico cuando es posible. Por cierto, si no conoces esta serie y piensas que el nombre de “Falacias” es incorrecto porque esa palabra tiene un significado diferente en el DRAE, o bien crees que me las doy de iluminado y nadie cree estas cosas, te pido que leas la descripción de la serie antes de seguir.
Hoy continuamos desmontando ideas falsas relacionadas con el efecto invernadero. En la entrega anterior de la serie hablamos acerca del nombre de este efecto y por qué es desafortunado (aunque sea ya inevitable que nos acostumbremos a él, porque probablemente no cambie a estas alturas). En aquel artículo explicamos, además, en qué consiste básicamente el efecto invernadero – pero hoy lo repetiremos, porque su naturaleza es esencial para desmontar la Falacia de hoy.
La afirmación falsa de esta segunda parte sobre el efecto invernadero es la siguiente: El efecto invernadero es lo mismo que el calentamiento global, es decir, el hecho de que la temperatura media de la Tierra haya aumentado durante las últimas décadas y tal vez siga haciéndolo en el futuro. Como consecuencia de esta falsa idea, suele añadirse a menudo (explícita o implícitamente) una segunda: El efecto invernadero es malo.
Absurdo.
Como suele suceder, soy consciente de que muchos de vosotros entendéis perfectamente la diferencia entre los conceptos de efecto invernadero y calentamiento global. Sin embargo, mucha gente no conoce la diferencia – sobre todo si su principal fuente de información son los medios de comunicación tradicionales, algunos de los cuales utilizan ambos términos indistintamente. De modo que, si conoces la verdad, este artículo simplemente pretende servirte como referencia si acabas envuelto en una discusión sobre el tema. En cualquier caso, la de hoy no va a ser una entrada larga porque la idea falsa se desmonta muy fácilmente, y no quiero mezclarla con otras.
Dicho esto, recordemos brevemente en qué consiste el efecto invernadero (aunque, si quieres una discusión más en profundidad, puedes leer de nuevo la anterior entrega de la serie o alguno de los enlaces del final): cuando un planeta tiene atmósfera, la temperatura sobre su superficie es mayor de lo que sería si la atmósfera no existiera, puesto que los gases emiten radiación que calienta la superficie. Es, como siempre, una explicación muy simple, pero debería valer de sobra para que veas por qué la afirmación de arriba es absurda.
Gráfico de la anomalía térmica anual. Aumente o disminuya la temperatura, hay efecto invernadero. Crédito: Wikipedia/GPL.
Por otro lado, ¿qué es el llamado calentamiento global? Dicho rápido y mal, es la idea de que la temperatura media de la Tierra ha ido aumentando en las últimas décadas y, según algunos modelos, probablemente seguirá haciéndolo en el futuro. No voy a entrar aquí a valorar esos modelos, ni si el calentamiento global es antropogénico (originado por el ser humano) o no – el objetivo de este artículo es explicar la diferencia entre ambos conceptos.
No hay más que leer ambas (burdas) definiciones para ver que una cosa y la otra son bien distintas, pero analicemos algunas de las diferencias más importantes:
Por su propia definición, el efecto invernadero aparece en cualquier planeta con atmósfera desde el mismo momento en el que se forma la atmósfera. Recientemente realizamos un recorrido por la historia de la Tierra en formación, hablando precisamente de la atmósfera de la Tierra durante el Hadeico. El efecto invernadero en la Tierra ha existido prácticamente desde la formación de nuestro planeta: de hecho, en algunos momentos del Hadeico la atmósfera fue unas 250 veces más densa que ahora, con concentraciones mucho mayores de algunos gases responsables del efecto invernadero, con lo que este efecto era entonces muchísimo más intenso que ahora mismo. Pero el caso es que, si hay atmósfera, hay efecto invernadero.
El calentamiento global, por el contrario, es algo que se refiere a la evolución de la temperatura sobre la superficie en las últimas décadas de nuestra historia; dependiendo de la fuente la fecha inicial varía, pero suele definirse a partir de los inicios del siglo XX. El calentamiento global es, por lo tanto, un concepto referido a la variación de la temperatura en los últimos 100 años. El efecto invernadero lleva existiendo en la Tierra desde hace casi 4.200 millones de años.
En segundo lugar, el concepto de efecto invernadero no involucra un aumento gradual de temperatura. ¿Que la temperatura aumenta? Hay efecto invernadero. ¿Que disminuye? Hay efecto invernadero. ¿Que se mantiene constante? Pues hay efecto invernadero, pues lleva existiendo desde que tenemos atmósfera. Por el contrario, el calentamiento global sólo existe si la temperatura aumenta: el concepto es precisamente ese cambio de temperatura.
Ni siquiera vale justificar la confusión diciendo “Bueno, pero si aumenta el efecto invernadero hay calentamiento global”. Para empezar, puede haber calentamiento global sin que aumente el efecto invernadero (por ejemplo, si aumenta la actividad solar); además, que el aumento de una cosa produzca la aparición de otra no implica, ni muchísimo menos, que ambas sean la misma – por ejemplo (un ejemplo muy tonto, pero bueno), el aumento de la temperatura provoca que yo sude, pero el sudor es una cosa y la temperatura otra. Pero vamos, dudo que los que utilizan ambos conceptos indistintamente lo hagan por una razón tan compleja: más bien, como suele suceder con estas cosas, es algo que han oído de este modo y repiten a su vez, propagando la idea falsa.
En tercer lugar, existe una discusión bastante encendida políticamente acerca de si el calentamiento global es antropogénico o no; sin embargo, esto no tiene ningún sentido al hablar del efecto invernadero: este efecto lleva existiendo miles de millones de años sin el ser humano, y si mañana desaparecemos seguirá existiendo, lo mismo que existe, por ejemplo, en Venus.
Esto es algo que se oye a menudo y que, aunque sea simplemente una de las diferencias entre ambos conceptos, quiero recalcar aunque sea repetitivo: el efecto invernadero no es un fenómeno producido por el ser humano, sino que existe en cualquier planeta con atmósfera. Cuando modificamos la composición de la atmósfera emitiendo o absorbiendo gases, podemos modificar la intensidad del efecto invernadero; si la aumentamos, se habla del efecto invernadero inducido, pero el efecto invernadero existe independientemente de que haya intervención humana o no.
Pero lo que más me irrita cuando lo oigo en la televisión o leo en los periódicos es que a menudo se dice, o se sugiere, que la propia existencia del efecto invernadero es perjudicial. Dicho muy burdamente, que el efecto invernadero es malo (malo para nosotros, aunque a veces se sugiere algo más de lo que hablaremos en otra entrega de la serie). Nada más lejos de la realidad – el efecto invernadero no sólo no es malo para nosotros, sino que sin él tú y yo, querido y paciente lector, estaríamos probablemente muertos.
La Tierra tiene atmósfera (afortunadamente para nosotros) y, por lo tanto, está bajo la acción del efecto invernadero. Por si te lo estás preguntando, los modelos radiativos con la composición y densidad de la atmósfera actual muestran que la temperatura media de la superficie de la Tierra, si no existiera el efecto invernadero, sería de unos -19 ºC en vez de los 14 ºC reales. Es decir, si no hubiera atmósfera la superficie de la Tierra estaría unos 33 ºC más fría de lo que está en la realidad.
Jóvenes lectores de El Tamiz si no existiera el efecto invernadero. Observa la inteligencia de su mirada.
Evidentemente, si no hubiera atmósfera no tendríamos tiempo para preocuparnos por el frío que pasaríamos porque estaríamos demasiado ocupados intentando respirar; pero si la presencia de una atmósfera no supusiera la existencia del efecto invernadero y estuviéramos a una temperatura media de -19 ºC, la evolución de la vida sobre la Tierra hubiera sido probablemente bien distinta de lo que fue. De lo que no cabe duda es de que nuestra sociedad, como es ahora mismo, no podría existir. Un cambio de temperatura así ahora significaría una catástrofe para nosotros de proporciones inimaginables.
Algo parecido hubiera sucedido si, por alguna razón, el efecto invernadero fuese el doble de intenso de lo que es realmente: si la diferencia de temperatura media fuera de 66 ºC en vez de 33 ºC, la temperatura media de la superficie terrestre sería de 47 ºC. Al igual que antes, si esto hubiera sido así siempre nuestra especie probablemente no sería como es (o ni siquiera existiría), y si un cambio así se produjese ahora mismo las consecuencias serían terribles.
Ni siquiera hace falta llegar a casos tan extremos: un aumento o una disminución de la intensidad del efecto invernadero que produjese una variación relativamente brusca de 5 ºC hacia arriba o hacia abajo de la temperatura media global tendría consecuencias de envergadura para nuestra sociedad: y no sólo para ella, puesto que criaturas como los adorables ositos polares de la foto probablemente se extinguirían.
Naturalmente, lo que más nos preocupa actualmente es la posibilidad de que las actividades humanas estén aumentando la intensidad del efecto invernadero, en cuyo caso este aumento podría estar provocando un calentamiento global. Pero esto no quiere decir que el efecto invernadero sea malo, sino que demasiado efecto invernadero es malo, lo mismo que demasiado poco efecto invernadero es malo; y, por supuesto, la ausencia de efecto invernadero no sería mala, sino malísima, para nosotros.
Desterremos pues esta absurda mezcolanza de ideas, que no hace sino liar aún más un asunto que, en mi opinión, ya es suficientemente confuso y controvertido. Aún seguiremos hablando del efecto invernadero y el calentamiento global en otras entradas, pero no quiero mezclar churras con merinas, de modo que por hoy lo dejaremos aquí: en la próxima entrada hablaremos acerca del dióxido de carbono y el efecto invernadero.
Para saber más: