Empezamos esta serie de Hablando de… con el ácido sulfúrico, sintetizado por primera vez por Geber, cuyas teorías impulsaron la búsqueda en la Edad Media de la fabulosa piedra filosofal por los alquimistas, el más grande de los cuales fue Paracelso. Hablando de Paracelso…
Paracelso nació en Suiza en 1493 bajo el nombre de Phillip von Hohenheim (nombre que, como veremos, le pareció poco para sí mismo). Era un voraz estudiante - no sólo se graduó en Medicina, sino que también aprendió Astrología y Alquimia; además aplicó sus conocimientos alquímicos a la curación de enfermedades y dolencias utilizando polvos minerales y otras sustancias químicas, y es considerado el padre de la Toxicología. Cuando hubo aprendido todo lo que podía aprender en Suiza, Italia y Austria, viajó por Portugal, España, Arabia, Tierra Santa, Inglaterra…buscando alquimistas y médicos que pudieran enseñarle más. Acumuló una cantidad ingente de conocimientos.
Como otros químicos de su tiempo, mezclaba la ciencia y la superstición a partes iguales. Por un lado, se consideraba a sí mismo un científico y no un mago (y de hecho despreciaba a los que se consideraban tales), pero al mismo tiempo practicaba la astrología y daba recetas para fabricar talismanes para cada dolencia. Incluso elaboró un “alfabeto mágico” para inscribir nombres angélicos en los talismanes y protegerse de diversos males. Sin embargo, en aquella época la astrología era considerada ciencia, no superstición, y muy pocos hombres educados de la época no la practicaban.
Ya hablamos en la anterior entrada de esta serie de sus intentos para obtener el alkhest, la forma pulverizada de la piedra filosofal que podía disolver cualquier cosa y transformar los metales “impuros” en oro. Sin embargo, las actividades alquímicas de Paracelso se centraron fundamentalmente en la medicina. Fue un innovador radical en muchos aspectos.
En aquella época la medicina occidental era brutal en los tratamientos: se cauterizaban las heridas con aceite hirviendo, se cortaban los miembros heridos enseguida para evitar la gangrena…Paracelso, gran estudioso de los alquimistas musulmanes (como Geber), trajo a Occidente muchas técnicas médicas más avanzadas y delicadas, que salvaban a las personas sin infligirles los sufrimientos de la medicina “normal” de Occidente.
De hecho, se hizo muy famoso como médico y como farmacéutico. En sus propias palabras, “Muchos han dicho de la Alquimia que sirve para conseguir oro y plata. Para mí ése no es su objetivo, sino considerar únicamente las virtudes y poderes que pueden encontrarse en las medicinas.” Escribió tratados de cirugía, de cauterización y tratamiento de heridas, de venenos y antídotos…
Por otro lado, Paracelso no era muy popular como persona. Era un erudito con conocimientos muy extensos, más preparado que la mayoría de sus congéneres, lo sabía muy bien…y además lo demostraba. Su arrogancia era tremenda. Su nombre de nacimiento, Phillip von Hohenheim, era demasiado sencillo para él: en un momento determinado lo cambió por el más sonoro de Philippus Theophrastus Aureolus Bombastus von Hohenheim. ¡Menudo nombre! Pero es que tampoco le valió con eso - más adelante tomó simplemente el nombre de Paracelso, “Superior a Celso”, comparándose con el famoso Aulio Cornelio Celso, autor de uno de los textos médicos más famosos de la antiguedad, y que en esa época se pensaba era médico.
Sin embargo, Celso probablemente no era médico. Lo que sí sabemos de él es que era un enciclopedista romano, que había escrito volúmenes enteros de leyes, agricultura, retórica, táctica militar…Sin embargo, todos esos libros de perdieron, y el único que nos ha llegado es el tratado Sobre la Medicina de su enciclopedia, en el que hablaba de cirugía, diagnóstico y tratamientos medicinales. Como en la época de Teophrastus Bombastus sólo se conocía su Sobre la Medicina, Celso era considerado un gran médico - de ahí que Paracelso quisiera ser “más que Celso” en su soberbia.
Los volúmenes de Celso eran muy extensos, y comprendían una gran parte del conocimiento de su tiempo y lugar - fue una de las primeras “enciclopedias” (aunque el nombre no se utilizase aún en el siglo I d.C.) y, para ese momento, fue algo impresionante. Sin embargo, las enciclopedias occidentales palidecen cuando se comparan con las que se elaboraron más tarde en China. La más grande de todas estas enciclopedias, y probablemente el mayor esfuerzo editorial de la historia de la humanidad, fue el Siku Quanshu: ¡más de dos millones de páginas! Pero hablando del Siku Quanshu…