Empezamos esta serie de Hablando de… con el ácido sulfúrico, sintetizado por primera vez por Geber, el cual inspiró a los alquimistas medievales a buscar la piedra filosofal. Hablando de esta fantástica piedra…
La piedra filosofal, lapis philosophorum, era una sustancia que supuestamente podía producir la chrysopoeia, la creación de oro (generalmente se pensaba que a partir de plomo). En otras versiones, la piedra podía proporcionar la eterna juventud si se bebía el elixir _preparado con ella (al igual que podía convertir metales “impuros” en el metal más puro, podría convertir a los seres humanos imperfectos en eternos y perfectos). Los _alquimistas espirituales, por el contrario, pensaban que obtener la piedra filosofal proporcionaría al alquimista la iluminación.
Inspirados por Geber, los alquimistas europeos y árabes de la Edad Media pensaban que era posible convertir una sustancia en otra modificando las proporciones de las cuatro propiedades aristotélicas de calor, frío, sequedad y humedad. Por ejemplo, consideraban que el fuego era seco y caliente, y la tierra era seca y fría. En teoría, si se le quitaba toda la humedad a la tierra se convertiría en fuego.
Si se tenía un metal, por ejemplo, mercurio, con proporciones determinadas de las cuatro propiedades, podrían añadirse otras sustancias que modificasen lo suficiente las originales para convertirlo en otro: por ejemplo, al añadir azufre (más seco y caliente que el mercurio, de acuerdo con Geber) al metal en las condiciones adecuadas, podría obtenerse otro metal diferente: tal vez el oro, si se encontraban las proporciones y qué sustancias mezcladas las producían.
Sorprendentemente, Geber y los otros alquimistas, en cierto sentido, tenían razón: es posible transmutar un metal en otro, pero por supuesto no añadiendo otras sustancias con distintas propiedades, sino mediante las reacciones nucleares. Hoy sabemos, naturalmente, que por muchas cosas que se le añadan al plomo, nunca se convertirá en oro mediante reacciones químicas.
Probablemente el más famoso de los alquimistas que trataron de obtener la famosa piedra fue uno de los últimos, el suizo Philippus Theophrastus Aureolus Bombastus von Hohenheim (Paracelso), del siglo XVI, que tenía una teoría muy peculiar. Paracelso pensaba que existía una sustancia aún por descubrir a la que llamó alkahest y que tendría dos propiedades excepcionales: por un lado sería, en forma de polvo, la fabulosa piedra filosofal; por otro sería el disolvente universal - en forma líquida sería capaz de disolver cualquier sustancia. La paradoja del alkahest es que, si lo disolvía todo, ¿dónde podría guardarse? ¡Disolvería su recipiente!
La fórmula de Paracelso para fabricar alkahest contenía óxido de calcio, alcohol y carbonato de potasio en distintas proporciones. Sin embargo, por mucho que lo intentó el alquimista suizo, nunca consiguió obtener la legendaria sustancia. Pero, hablando de Paracelso…